Entre las vías del tren y el depósito municipal de la grúa se extiende una vergonzosa tierra de nadie en la que la basura crece más rápido que las flores
Si recuerdan el paripé que montaron los expertos para capturar al inofensivo E.T. el Extraterrestre concluirán al darse una vuelta por este rincón de Málaga que para visitarlo habría que tomar las mismas medidas higiénicas. Es decir, que como mínimo habría que sacar a pasear el perro con un mono blanco de los pies a la cabeza y gruesas botas para no clavarse lo que no está escrito.
En todas las ciudades existen rincones de este tipo, dejados de la mano de Dios, pero suelen encontrarse en el extrarradio y en concreto donde Franco perdió el mechero.
Más inexplicable es toparse con un paisaje digno del Salvaje Oeste en una zona casi recién estrenada, en concreto en el tramo en el que el AVE deja de estar bajo tierra y emerge a la superficie para llegar de la estación María Zambrano. Apagados los fastos de las inauguraciones no hace tanto (a finales de 2007), el paseo peatonal que queda en la zona sur, pegada al amplísimo depósito municipal de la grúa –un negocio recaudatorio que ni la crisis ha podido con él– es quizás el que más trozos de cristales, basura desperdigada y cacas de diversa procedencia acoge de toda Málaga.
Para aumentar la sensación de desamparo en el Salvaje Oeste la pérgola que acompaña al tramo a cielo abierto del AVE, además de cubierta de pintadas ha sido acribillada a pedradas y no queda un cristal vivo.
Hace tiempo esta sección recorrió la misma zona repugnante pero en el lado que da al parque junto al colegio Andersen. Hay que resaltar que por ese lado, la parte norte, el panorama cambia, el Ayuntamiento sí limpia a fondo pero por la parte sur el peatón se encuentra solo ante el peligro.
El firmante habló ayer con un usuario, un vecino que pasea con frecuencia a su perro y que cuenta que a veces, cuando se acumulan muchas botellas, intenta limpiarlo todo un poco. Botellas, cacas, jeringuillas, escombros… ni en las películas Perros callejeros y Sérpico se han retratado tan bien los bajos fondos.
Este pasillo decrépito enlaza con la explanada en la que se encontraban las grandes naves demolidas hace unos pocos años del polígono de La Princesa y en realidad continúa, ya sin tanta basura, hasta la avenida de Juan XXIII. Resulta curioso cómo, al menos durante el día, son muchos los peatones que se arriesgan a cruzarla para acortar camino, aunque pueda ser el camino más corto para pillar una enfermedad tropical.
El autor de estas líneas trató de hablar ayer con fuentes municipales y de Adif pero las vacaciones de agosto han hecho estragos. Sea de quien sea esa porquería de terrizo, el propietario haría bien en limpiarla, vallarla y por supuesto desinfectarla. Ni E.T. estaría a salvo en este rincón.
Poeta oculto
La placa con el poema de Rafael Pérez Estrada en la calle que lleva su nombre exhibe desde hace demasiados meses un grafiti más que prescindible.
A quien corresponda. Estamos claramente ante una nueva dejación de funciones.
Es una vergüenza cualquier descampado sea basurero, para no molestarse en llevar la basura a los contenedores. Un abrazo.