Las desapariciones suelen tener lugar a horas en las que escasean los testigos, así que, esta en particular, tuvo que ocurrir a altas horas de la noche o a primera hora de la tarde, cuando el sol adquiere en Málaga la denominación de «el calino», por lo mucho que pega y en los casos más extremos, noquea.
Los autores de la fechoría deben conocer el oficio porque apenas hay huellas de la extracción. Los testigos más avezados hablan de una tenue sombra blanca, como la mancha lechosa de la Vía Láctea las noches de verano.
Lo que nadie se explica es cómo pudo tener lugar un robo de este calibre en un punto tan céntrico de Málaga. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de la Alameda de Barceló, casi en la unión con la Alameda de Capuchinos, muy cerca de esa glorieta con la antigua fuente de finales del XVIII conectada al Acueducto de San Telmo.
Otro misterio es cómo pudieron llevarse algo con unas dimensiones tan respetables como un paso de cebra, con lo trabajoso que resulta extraerlo, transportarlo y llevárselo, suponemos que enrollado como si fuera una enorme alfombra persa.
Claro que, bien mirado, una desaparición como esta bien pudo ser fruto de una marcha paulatina.
En las fotos de Google Maps, tomadas en septiembre de 2008, este transitado paso de cebra aparece ya bastante cascado. De hecho, de sus seis rayas ya ha perdido dos y las otras cuatro no parecen estar en su mejor momento. Se entiende ahora que, a pesar de estar en uno de los puntos más céntricos e importantes de tráfico, de este paso de cebra ya sólo quede el recuerdo.
Sea un robo en plena noche, algo que habría sustentado con energía Jardiel Poncela o una lenta despedida, ya está tardando nuestro Ayuntamiento en restablecer eso tan suntuoso llamado la «señalética».
No es de recibo que un paso de cebra como este falte de su domicilio y sus dueños no lo echen en falta. Los peatones lo echamos de menos.
El brazo
Hace unos días La Opinión publicaba un reportaje sobre la casa de la calle Andrés Pérez cuya rehabilitación está provocando la mejora general de esta olvidada calle, castigada durante años por una riada de pintadas y una iluminación que necesita mejorar (y que el Ayuntamiento mejorará en breve).
La vivienda cuenta con una tienda de antigüedades llamada La Casa del Cardenal, que entre sus curiosidades exhibe un curiosísimo objeto en perfecto estado de revista: un sillón para fumador de la Exposición Iberoamericana de 1929.
El sillón cuenta con un brazo especial para reposar el ídem del fumador, en unos tiempos en los que el humo no estaba proscrito, como en nuestros días y hasta se diseñaban muebles para este vicio.
Visiones
Todavía son algo visibles las tres letras de las Juventudes de Acción Católica en el Monte de las Tres Letras o de la Victoria.