En principio, bien está que nuestras autoridades sean precavidas, y que en una de las playas más nutridas de la ciudad, La Malagueta, hayan dado el visto bueno a la construcción de siete defensas antiaéreas. Ya no hay moros en la costa, como en el Siglo de Oro, pero nunca se sabe con los drones.
Otra cosa son las lecciones que nos da la Historia, pues las torres almenaras que se levantaron para vigilar que el enemigo no se pasara de la raya, aunque fuera una raya en el agua, se encuentran en general en sitios elevados y tienen un color con el que tratan de pasar desapercibidos.
Cosa distinta son estas modernas construcciones defensivas, de un blanco tan ibicenco, que bien puede decirse que constituyen un blanco perfecto, y eso siempre es un problema para quien trata de impedir un ataque.
Ironías aparte, quizás conozcan la película Cadena de favores. Uno no deja de sorprenderse cuando examina la cadena de mendrugos, con eslabones procedentes de tres administraciones distintas, que han hecho posible estos falsos chiringuitos con las hechuras de chalé de banquero.
Un nuevo problema nos presentan estos adefesios porque, son tan desproporcionados para la playa, que no hay potencia eléctrica suficiente para atender la demanda.
La pregunta del millón es cuántos mendrugos con cargo hacen falta para dar el visto buena a una cosa tan fuera de lugar. Porque los chiringuiteros, a los que ahora habrá que llamar restauradores, no plantearon un merendero en la playa sino restaurantes de consideración.
¿En qué cabeza de la administración cabe que un despropósito así llegue a buen puerto para fastidiarnos algo tan fácil de destruir como la memoria visual del paisaje?
Las preguntas se suceden porque, como con mucha gracia y precisión expuso esta semana nuestro columnista Francisco Javier Cristófol, el Ayuntamiento ha dado el visto bueno a una «horterería» en la calle Méndez Núñez, que antes de disfrazarse de fantasía de las Mil y una Noches era un edificio bastante digno del siglo XIX con un precioso chaflán.
Como aseguraba un amigo abogado, «en Málaga antes sólo estábamos para poner ladrillos y ahora, para poner mesas» y nuestras autoridades aparcarán cualquier consideración racional o sensiblera para seguir apoyando esta tendencia pese a quien pese.
Lástima que al nuevo premio Príncipe de Asturias, Antonio Muñoz Molina, no le diera tiempo de incluir todos estos últimos disparates malaguitas –incluido el hotel destroyer de Moneo– en su esclarecedor ensayo Todo lo que era sólido, una descripción del proceso de locura de la clase política española durante los años del ladrillo que, en la capital de una de las costas turísticas más castigada por la enfermedad, sigue sin recuperar la lucidez. Continúa la falta de luces.
Noticia histórica
Esta semana, un cochero explicaba a los turistas que durante el trayecto por el casco antiguo iban a poder ver la «Roman Alcazaba». De confirmarse, sería la noticia del siglo en Málaga (y en el Imperio Romano).
Señor Alfonso, ¿Cree usted que tendremos que esperar mucho tiempo hasta que destituyan (o dimitan) y sanciones a los (i)responsables de estas barbaridades denominadas búnkeres-chiringuitos? ¿Tardaran mucho en demolerlas? ¿Sabe usted su hay mucha gente reclamando dimisiones, destituciones, sanciones y demoliciones?
Un saludo, y muchas gracias.
Señor Alfonso, ¿Cree usted que tendremos que esperar mucho tiempo hasta que destituyan (o dimitan) y sanciones a los (i)responsables de estas barbaridades denominadas búnkeres-chiringuitos? ¿Tardaran mucho en demolerlas? ¿Sabe usted si hay mucha gente reclamando dimisiones, destituciones, sanciones y demoliciones?
Un saludo, y muchas gracias.