El callejero de Málaga es, como los dirigentes actuales de la Unión Europea, una fuente continua de sorpresas. No podía imaginarse el pintor malagueño José Nogales que iba a contar con una de las calles más emblemáticas de Málaga, la cuesta que a un lado tiene la Alcazaba y al otro el palacio de la Aduana.
José Nogales, por cierto, también ha pasado a la historia de la pintura porque fue el artista que, tras el terremoto de las Navidades de 1884, disimuló pintando flores y ramas en las grietas de los espejos del antiguo Conservatorio de María Cristina..
Aquí un servidor escuchó desde pequeño una historia, que no ha podido comprobar con documentos, según la cual esta calle lleva el nombre del pintor por su estrecha amistad con el alcalde de Málaga de 1920 a 1922, Francisco García Almendro, quien le habría dedicado la travesía durante su mandato. Además, alcalde y artista fueron compañeros durante muchos años en la Real Academia de Bellas Artes San Telmo, al menos desde 1910.
Según esta historia, la admiración por el pintor no sólo se plasmaría en esta calle tan principal y al mismo tiempo discreta, sino también en la colocación de un acerado de mármol verde que ha durado hasta las recientes obras del Palacio de la Aduana y que, por su valor y veteranía, conserva el Ayuntamiento a la espera de colocarlo en otro rincón de la ciudad cuando surja la ocasión.
Como ya hemos visto hace unos días en esta sección, durante la Semana Santa se ha abierto esta calle, por fin adecentada salvo el extinto tramo del mármol verde, el más estrecho.
Y el aspecto inmaculado de la Travesía ahora sí que deja en evidencia el cochambroso muro y la verja que lo corona del Paseo de Don Juan Temboury, que tantas veces ha frecuentado estas páginas y no precisamente por su donosura.
El muro que acompaña a todo transeúnte en la subida y bajada de la Travesía del Pintor Nogales es un dechado de suciedad y aunque se respeta la prohibición de poner carteles, que reza en el castigado murallón, son tantos los desconchones, las pintadas y la concentración de porquería por metro cuadrado, que uno duda si está en el punto más transitado por los turistas que visitan Málaga o si en realidad contempla el interior de la funda de un jamón.
Pero no sólo hay que repellar y pintar este olvidado muro, digno de bastantes lamentaciones, sino que, en alguna de las próximas décadas habría que plantearse hacer algo con la verja birriosa y oxidada del Paseo de Don Juan Temboury, auténtico símbolo de dejadez, por no decir de decadencia.
Ya no es que sus lanzas herrumbrosas sean un peligro sanitario, el problema viene por la poca seguridad que presentan algunos tramos, sobre todo los más altos y por donde ningún visitante está obligado a hacer puenting.
Quién sabe si este arreglo de la Travesía del Pintor Nogales no termina animando a nuestras abúlicas autoridades a arreglar el resto de la zona. Cosas más raras se han visto en la tierra de José Nogales Sevilla.