De las ventajas de contar con un buen ‘sillyphone’

28 Jul

Sostiene con sorna un amigo que los malagueños estamos inmersos, como el resto de españolitos, en un proceso de alelamiento colectivo gracias al avance imparable de las nuevas tecnologías y en especial por el aluvión de smartphones a los que ya no les falta hablar, porque hablan solos e incluso más que sus dueños.

Mide este amigo el grado de alelamiento, de retorno al yo interior en perfecta comunión con el cacharro tecnológico, por el espectáculo silente que ofrecen ya muchos autobuses municipales en los que el usuario profano duda si no estará en la EMT de Cracovia durante una tormenta de nieve, pues sólo se escuchan las toses.

Y es que buena parte de ese pasaje que antes hablaba por los codos, ahora tiene la cabeza inclinada, tal que sorprendida en una siesta, pero en realidad, con los ojos absortos en la pantalla táctil que acaricia con fruición, como agitados por un violento picor cutáneo.

Los autobuses se están convirtiendo en un muermo, al tiempo que se reduce el número de usuarios que lee libros en papel, una estampa clásica de la Empresa Malagueña de Transportes que se está perdiendo.

Está por ver si esa inclinación de cabeza se corresponde con la lectura aislada de un libro digital o de un artículo, pues suele coincidir la llegada de un smartphone con usuario incorporado con que, al instante, sale del cacharro la inolvidable melodía de un reggaeton, una disciplina artística que aunque muchos lo desconozcan, ya fue utilizada por los ejércitos medievales de Centroeuropa en sus intentos por desmoralizar a las ciudades sitiadas.

Y es que, no sólo en el autobús, se aprovechan los tiempos muertos –y los vivos– para tocar con verdadero arrobo y adoración la pantallita, pues esperando un semáforo, en la sala de espera de una consulta, paseando o también en mitad de una animada charla con amigos, siempre sale alguno que no puede pasar sin tocar su smartphone («mi tesoro», que diría ese personaje que se parece a Josep Piqué en El Señor de los Anillos).

Un servidor tiene de momento lo que se dice un sillyphone, un teléfono tonto perdío que además está descascarillado. Un aparato sin más prestaciones que las clásicas de los móviles de antaño, es decir, el recibir llamadas a horas intempestivas o en días de descanso, de suerte que ya está habituado a ser proyectado contra superficies duras.

Y no nace de ningún terror irracional y reaccionario a las novedades tecnológicas esta negativa a adquirir un teléfono de última generación. Más bien surge del temor a que un servidor se incorpore a la nutrida tribu de zombies malagueños con smartphones.

Al firmante, en los semáforos, en el autobús, de paseo o de charla con los amigos lo que le gusta es ver la vida, salvo que haya un buen libro, en cuyo caso esas vidas se multiplican. Si tantas personas aparentemente enteras, muchas de ellas buenos amigos, han sido abducidas por el teléfono inteligente, ¿qué no hará un cacharro con tantas prestaciones con un ser débil y con tan poco aguante como este que les escribe?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.