Algunas veces hemos hablado de la importancia de los pequeños detalles para ofrecer una mejor imagen de Málaga. Pequeños detalles que pueden ser tan efectivos como una gran actuación, sólo que cien veces más baratos.
En 2008, nuestro Ayuntamiento estuvo a punto de meter la pata hasta la ingle (cosa harto complicada), cuando anunció la renovación del suelo de la calle Fresca.
Esta calle, que corretea por un lateral del palacio del Obispo, tiene un empedrado artístico que como otras calles del Centro como la calle Santiago o la calle Cabello, fue realizado hace medio siglo por el Consistorio de esa Málaga que daba la bienvenida al turismo.
Estos empedrados, a pesar de los recortes absurdos que han recibido, mucho antes de la crisis económica, (véase el empedrado de la calle Correo Viejo, a raíz de una obra que da a la calle Santa María), constituyen un valor patrimonial y turístico que no se lo salta un galgo.
Si alguien tiene dudas, sólo tiene que echar un vistazo al dossier que todos los años realiza el área de Turismo del Ayuntamiento, con los reportajes de los periodistas europeos y americanos que visitan Málaga, invitados por la ciudad.
Entre los atractivos de nuestra ciudad, a la que consideran que ha dejado de ser una ciudad de trámite para escapar a la Costa del Sol, señalan la abundancia de calles peatonales y otras que además tienen empedrado artístico. En Nerja, sin ir más lejos, se han convertido en un atractivo y hay auténticas maravillas y aquí la prensa extanjera lo resalta como uno de nuestros atractivos.
Señalaba el anterior concejal de Urbanismo, Manuel Díaz, cuando finalmente el Consitorio rectificó, que se iban a mantener las calles empedradas a pesar de las molestias que causaban a los peatones, pero reconociendo su valor artístico.
Cierto que no son un camino de rosas, ni el de baldosas amarillas del Mago de Oz, pero estas callejuelas también se pueden ver desde otro punto de vista muy curioso. Es el que ayer destacó un guía, acompañado de dos turistas: parado en mitad de la calle Fresca, les explicaba con mucha simpatía en inglés que estas piedras realizaban un masaje muy beneficioso en los pies que animaba la circulación sanguínea.
Hace unas semanas, un par de trabajadores reparaba con minuciosidad los huecos dejados en esta última calle. En cuatro años el enchinado artístico ha dejado de ser un incordio a converntirse en un valor más del Centro Histórico de Málaga, constatado por periodistas extranjeros. Este es el camino a seguir, aunque tenga chinos.
Humilde consejo
Si no tienen nada que hacer y buscan una impresión grata que les dure muchos años, vayan por la mañana –cuando más arrecie el sol– a la plaza de Juan Villodres, en La Luz y refugiénse en esa corona de sombra que envuelve la plaza, gracias a su escolta perfecta de tipuanas, que con el viento reparten, de forma gratuita, cascadas de flores amarillas. De nada.
Gracias por el recordatorio Alfonso. Por fin una buena noticia sobre el centro Histórico de Málaga.