Maravillado por los venerables tesoros de la parroquia de Combray, Marcel Proust estaba convencido de que esta iglesia tenía una cuarta dimensión, el paso del tiempo.
En la Catedral de Málaga la dimensión del tiempo es, sin duda, la más descorazonadora de todas. La paralización total de las obras a finales del siglo XVIII dejó marcado para siempre el templo mayor de la diócesis y hoy podemos decir con seguridad que no sólo no se ha recuperado de este absurdo parón constructivo sino que de este suceso le vienen todos los males.
Y son males obvios, constatables a simple vista. Como recuerda la persona que más sabe de este monumental edificio religioso, el aparejador Fernando Ramos, la Catedral de Málaga no tiene una sola unidad constructiva terminada y así le va.
Y sin embargo, lejos de querer coger el toro por los cuernos y concluir la Catedral, aunque fuera en las zonas más necesitadas, nuestras ilustradas autoridades siguen empeñadas en mantener, al precio que sea, esta ilógica situación.
Porque perpetuar lo ilógico cuesta dinero. En concreto, ya sabemos por La Opinión que la solución de impermeabilizar las bóvedas desnudas de la Catedral ha sido dinero tirado desde esas mismas alturas. Ya hay grietas en un revestimiento colocado a bombo y platillo en 2009 y que costó la bonita suma de 1,7 millones de euros, sufragado por el Ministerio de Cultura, la Junta y el Ayuntamiento, es decir, por todos nosotros.
En lugar de ponerle de una vez una cubierta a la Manquita, una conjunción de eruditos a la violeta optó por la solución más absurda e inútil. ¿Siguen viviendo del erario público esas almas de cántaro que defendían «una segunda piel» para la Catedral? Porque habrá que llevar este Bien de Interés Cultural al dermatólogo.
También el responsable del plan director de la Catedral, Gabriel Ruiz, defiende –como Fernando Ramos– una cubierta, un techo para la Manquita, la única solución que acabará sin tantos requiebros con las goteras.
Frente a esta fundada postura, volvamos a recordar las inmortales palabras de la entonces consejera de Cultura de la Junta, Rosa Torres, ese viernes 5 de septiembre de 2009, el día en que se inauguró el apaño millonario: «La piel de la Catedral de Málaga está totalmente saneada y se ha logrado solucionar un problema histórico». Tres años después, grietas y baldosas sueltas.
Un ruego: Escuchen nuestras sobradas autoridades a los expertos y vayamos terminando, de una vez, nuestra castigada Catedral
Bromas ante la muerte
Los cubanos dicen de un finado que «ya se está mirando la corbata». En España tenemos la famosa poesía que resalta lo bonito que es un entierro «con su cajita de pino y su muertecito dentro».
Y el lunes a las 19.30, en la Feria del Libro, caseta 6 de Rayuela, Francisco López Angulo firma ejemplares de Bromeando ante la muerte, versos populares en los que el autor elucubra sobre lo que pasará el día de su deceso. Rimas divertidas de un churrianero que además es un experto en los apodos de su antiguo pueblo.