Ayer vimos cómo, en estos días en los que celebramos la Semana Marítima Europea, el Ayuntamiento decide que el Paseo de los Curas tendrá un carril más para los coches, convirtiendo en imposible, salvo para los superhéroes de Marvel, la comunicación entre el Parque y el puerto, al que sólo se puede acceder por los extremos de nuestra veterana zona verde.
Absurda decisión que, con toda seguridad, consistorios con más visión de futuro cambiarán, pues eso, en el futuro.
Para contrarrestar esta dosis de surrealismo gestor, el Rectorado acoge estos días una completa y a la vez discreta exposición sobre el puerto y la ciudad en el tránsito del siglo XIX al XX, organizada por la Universidad y Rete, la asociación internacional para la colaboración puerto y ciudad, de Málaga.
No deben estar los tiempos muy boyantes si, como vemos en el folleto que acompaña la muestra, además de estos dos organizadores colaboran un buen número de entidades muy importantes de la provincia y, sin embargo, la exposición cabe en la pequeña sala de la muralla.
No obstante, hay que resaltar el esfuerzo de condensación para explicar,de forma clara, la historia del puerto y los cambios que ha experimentado y que transformaron para siempre la ciudad. En estos pequeños paneles se repasa la faceta deportiva, urbanística, pesquera, mercantil y social del puerto, asistimos al juego de las corrientes, a los aportes de arena del Guadalmedina, los temporales y las propias estructuras portuarias y al nacimiento por estos caprichos de la Naturaleza y los Hombres del barrio de La Malagueta o de la Alameda.
Resultan muy interesantes, lástima que no tengan pies de foto, los planos y fotografías de estos paneles, en los que por ejemplo se puede apreciar el avance de la playa, que en el 1500 llegaba sólo hasta Hoyo de Esparteros y en 1785 había crecido unos pocos metros.
Una de las fotografías es una vista magnífica tomada desde la ladera de Gibralfaro de la explanada de la fuente de las Tres Gracias, en una fecha sin determinar del primer tercio del siglo XX (o eso es lo que aparenta).
Y es bueno saber que no todo se inventó en los últimos tiempos. Así, en 1928, ya existía una oficina turística al pie del muelle (eso que nuestros políticos llaman en buen francés a pie de muelle) para atender a los pasajeros que querían conocer la ciudad.
La exposición se completa con grabados y libros sobre el puerto o de ambiente portuario. En resumen, una muestra para tiempos de crisis solventada con imaginación ante los pocos medios. Habrá que esperar mejores coyunturas económicas para una muestra más ambiciosa, que en lenguaje presupuestario quiere decir, con más dinero. Eso sí, el folleto de la exposición, con fotografías antiguas imitando las viejas ristras de postales, dejan un buen sabor de boca.
Hasta el 23 de mayo en el Rectorado. Ese día, precisamente, a las 20 horas, impartirán en el salón de actos del edificio una conferencia de clausura Rafael Esteve Secall y Javier Ramírez González.