La alegría de los heraldos del buen tiempo

21 May

Las noticias de los últimos meses parecen una procesión de desdichas, clases fatuas de Economía en las que los profesores demuestran saber tan poco como los alumnos, bloqueados ante tanta cifra de mal agüero.

Mas como dijo el surrealista Paul Eluard, «hay otros mundos, pero están en este» y sólo hace falta mirar lo que nos rodea para encontrar otra realidad más confortable y fascinante.

Como en otros años, la crónica de hoy está dedicada a los vencejos, esos entrañables pájaros que nos anuncian la inminencia del verano con su aleteo nervioso, surcando las cuatro esquinas de Málaga a la velocidad del rayo, gracias a sus enormes alas, un auténtico diseño aeronáutico.

Acuden a Málaga después de pasar el invierno en la parte sur del continente africano y muchos de ellos forman sus nidos en el mismo respiradero de la cocina que en años anteriores, el mismo hueco de la cornisa o los aliviaderos que asoman por los muros.

Quizás algunos no sepan que los vencejos se pasan la mayor parte de su vida volando e incluso cuando duermen aprovechan las corrientes aéreas para dejarse llevar durante la noche.

De patas cortas, apenas sin fuerza, si se posan en el suelo les cuesta mucho regresar al cielo y habrá que dejarlos caer desde una buena altura para que vuelvan a su elemento.

Hay dos rincones del Centro Histórico que aparecen tomados por los vencejos a primera hora de la mañana. El primero de ellos es la plaza del Obispo. En este espacio bordado en piedra por los siglos los pájaros se sienten en su elemento y parecen escribir en el aire con una caligrafía sólo conocida por ellos o quizás jugar a un pilla-pilla sin orden ni concierto.

Más estrecha es la calle Guillén Sotelo, la parte trasera del Ayuntamiento, el Banco de España y el Rectorado, que para los vencejos se asemeja a un estrecho desfiladero en el que realizan piruetas en el aire y de forma fugaz se aproximan a los nidos en el muro del paseo de don Juan Temboury –su agilidad permite que no se topen con las herrumbrosas lanzas de la valla, que sigue oxidada y peligrosa–

Estos heraldos del buen tiempo vuelan con la boca abierta para capturar insectos, algunos de los cuales sirven para alimentar a sus crías, de ahí que este aparente juego en las alturas sea el desayuno de los pájaros. Un espectáculo mañanero mucho más hermoso y feliz que la séptima recaída de esa antipática parienta, la prima de riesgo. Miren al cielo y disfrutarán más.

Fahrenheit

El triunfo del Málaga C. F. en días pasados ante el Sporting de Gijón tuvo en algún mobiliario de la ciudad consecuencias ilógicas, como el incendio de un contenedor de papel en la calle Victoria. Del homínido que quemó el contenedor ignoramos por qué manifestó su alegría de esa manera, a no ser que fuera un aficionado asturianos con un mal perder.

En todo caso esta quema irracional de papel recuerda las prácticas iletradas de la novela Fahrenheit 451, de ahí que deseemos al autor de la tropelía un futuro lleno de libros; un futuro más pausado y menos chamuscado.

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