La prisión londinense de Marshalsea, en la que terminaban los deudores en el siglo XIX, fue hollada por el padre de Dickens durante unos meses por no pagar sus deudas.
El hijo utilizó esta desagradable experiencia como alimento para sus novelas. En David Copperfield, pero sobre todo en La pequeña Dorrit, la prisión de Marshalsea es una de las principales protagonistas y aparece retratada como un lugar sucio y deprimente en el que el nivel económico de los prisioneros permite que puedan acceder a verdaderos aposentos, alejados de los cuchitriles malsanos de la plebe.
En noviembre del año pasado, una empresa contratada por Instituciones Penitenciarias se decidió por fin a limpiar los patios exteriores de la antigua cárcel provincial de Málaga, en la avenida de Ortega y Gasset.
Con su aspecto decrépito y sus jardines salvajes y llenos de gatos, estaba más próximo a la prisión de Marshalsea. Cinco meses después, la primavera ha irrumpido en el patio y resurgen ya recios matojos que no pueden esconder manojos de basura que también han florecido. Y es que, si la cabra tira al monte, el guarro malagueño no puede evitar esa querencia por el lanzamiento de objetos a todo espacio cerrado que no sea un contenedor.
A fin de cuentas, resulta descorazonador comprobar cómo pasan los años y la prisión provincial continúa manga por hombro, con su tendencia cíclica a parecerse a un decaído recinto decimonónico.
A este respecto, la simple idea de que el recinto pueda albergar los Servicios Operativos municipales ya resulta deprimente. Se trata de una posibilidad apuntada por el alcalde y que haría muy difícil la convivencia con otros usos planteados como un centro de la memoria histórica que recuerde la sinrazón de las matanzas y las fosas comunes, y el que los vecinos lleven años reclamando que se convierta en un espacio para el barrio.
La Cruz del Humilladero, el barrio en el que más desgraciados experimentos urbanísticos se han perpetrado, el que ha visto desaparecer un barrio obrero de 140 años no hace mucho y cuenta con un número escandaloso de bloques y viviendas, necesita la prisión provincial para algo más que para talleres municipales de forja, carpintería y almacén.
No tendría mucho sentido desaprovechar la ocasión de crear un importante equipamiento social y cultural.
Enchinados
En los últimos días, un par de trabajadores ha repuesto el achinado artístico que faltaba en la calle Correo Viejo.
Queda el último tramo, el que confluye en la calle Santa María, que fue sustituido hace unos años por unas placas de mármol por decisión de algún desaprensivo.
La foto
Tras la última reunión del Málaga Valley, nos llaman lectores preocupados por saber si estos patronos duermen en realidad en dependencias municipales y sólo los sacan para la foto en las escaleras del Ayuntamiento. Investigaremos.