Jorge Luis Borges estuvo especialmente interesado en los jardines con senderos que se bifurcan y su colega de oficio y país, Cortázar, en la continuidad de los parques.
Soltada ya la doble referencia erudita (ustedes la perdonen), en Málaga se asocia el beneficio que los parques aportan a nuestra salud con el tamaño de sus árboles. De hecho, mientras los árboles tienen un porte sólo adecuado para la aldea de los pitufos, los malagueños pisan esa zona verde en cuestión en momentos muy aislados y puede decirse que no lo hacen suyo.
Es ley de vida que los parques no alcancen la edad adulta hasta pasadas un par de décadas. El Ayuntamiento o la constructora que los planta puede acelerar el proceso comprando ejemplares talluditos, pero esa no es la norma.
En un repaso rápido a parques de nueva creación, vemos que, a medida que se aproxima el verano, se produce una desbandada de usuarios y ni siquiera el famoso Tato, se plantea quedarse en ellos.
El primero de ellos está en Teatinos, entre el Carril del Capitán y la calle Orson Welles. Se trata de una zona verde dedicada al empresario malagueño Fernando de León y como el parque adyacente, dedicado a la Virgen de Araceli, cuenta con una colección de árboles que parecen metáforas, hechas savia y madera, de los palillos de dientes.
Su aspecto enclenque y el gran número de estas estacas con ramas dibujan un parque frondoso en este rincón de Teatinos para dentro de 80 años. Quedan pues unas cuentas décadas de espera. Paciencia para los buscadores de sombra.
Tenemos un panorama parecido en el Parque Lineal de Campanillas. Ayer al mediodía, con la gran fuente funcionando a pleno rendimiento, permanecía sin usuarios. Ya no es sólo que haya árboles que tengan que crecer sino que muchos de ellos son palmeras, cuya capacidad de ensombrecer nuestro entorno nunca ha estado entre sus cualidades.
También el Parque Litoral, del que hablaremos más mañana, tiene ese problema. Unos pinos y un par de ficus son los únicos entes dispuestos a hacernos pasar una primavera y un verano en condiciones. El resto de arboleda sólo está preparada para mecerse con el viento y poco más.
De hecho, en abril y a las 10 de la mañana cualquier paseante que vaya por la solana de esta zona verde sentirá un aumento generalizado de las temperaturas….mayormente en su rostro.
¿Cuál sería la solución más barata?, la que todavía hoy se aplica con cuentagotas gracias a una exitosa conjunción administrativa de almas de cántaro y diseño poco racional: pérgolas con enredaderas.
Si no hay dinero para plantar palos borrachos o almencinos talluditos, la enredadera es una opción más barata. En las pérgolas del Parque Litoral, al menos en una columna, un alma caritativa ha colocado una glicinia pero se pueden plantar parras y bignonias que, al menos durante un tiempo, nos protejan del sol.
Es la solución adoptada en el parquecito de la calle Benagalbón, junto a la calle Almogía y a sus usuarios, nada sombríos, les va estupendamente.