Como el imperio romano con la llegada de los bárbaros, la plaza de Miguel de los Reyes, en la Victoria, vive su particular decadencia y caída. Inaugurada como esperanzador hito que iba a regenerar la zona, la plaza podría ser hoy lugar de rodaje de cualquier película sobre los bajos fondos del Bronx o de una nueva versión de Yo el vaquilla.
Nada hay que invite a descansar en esta plaza escalonada, en la que muchos de los asientos son de hormigón, de los que se calientan con el sol como la parrilla de San Lorenzo.
Como además carecen de respaldo, pocos osados se sientan en ellos y han sido víctimas de algunos grafiteros, que inundan con sus pintadas ególatras buena parte de la superficie del parque. De hecho, vemos pintadas en estos asientos pero también en el suelo, en bancos y en las paredes de ladrillo visto. Un trabajo desquiciado que el Ayuntamiento tardaría semanas en borrar si se pusiera a ello.
Como suele ser habitual en estos casos, son pandillas las que tienen esta tendencia a inmortalizarse de una manera tan cutre, de ahí que la fama que hayan alcanzado Jani, Falyto, Nerea, Silvia o Mari por guarrear toda la plaza sea tan turbia como ignota.
En el momento de visitar la plaza, unos barrenderos cumplían con su trabajo, que era titánico, porque la plaza tenía basura espurreada, de esa que se salta olímpicamente las papeleras y que encasilla a sus dueños en la dudosa categoría científica de los homúnculos.
La tribu sudafricana de los cafres, tan vilipendiada en el pasado por los tópicos coloniales, no puede describir con suficiente viveza las cafrerías que padece esta plaza, empezando por el mosaico con la efigie de Miguel de los Reyes que, apedreado y con el soporte partido, descansa en un rincón. Bueno sería que el Ayuntamiento lo recogiera para recuperarlo y evitar que algún amigo de lo ajeno lo incorpore a su colección.
Pero si ustedes han oído hablar de las malas influencias, este es un magnífico ejemplo porque, ¿estaría la plaza igual si contara con una vecindad más saneada? Lo de vecindad hace referencia a tres solares que desde hace muchos años destilan toda su basura en un lateral de esta zona verde con farolas torcidas y maleadas.
Los solares, tapiados en su día, dan la impresión de haber sido destrozados a martillazos, para que puedan caber sin problemas las mayores cantidades de detritus. El pasado lunes, en el momento de visitar la plaza, asomaban a la calle un retrete completo, dos colchones y un par de muebles. Ya me dirán quién se relaja en una zona verde con esta compañía.
Y es una pena, porque la plaza de Miguel de los Reyes tiene un potencial enorme, que no tiene por qué ser destructivo. Sólo por el terraplén de pinos merece la pena la visita pero de momento, hay que hacerla con precaución.
Imaginación y vida
«Sueña para ser libre en tu imaginación, lucha para ser libre en tu vida», pintada en la vecina calle Lagunillas.
Esa pintada en calle Lagunillas, es de enmarcar. El corazón de Málaga parece que no cambia. Gracias, Alfonso, por tus crónicas de esta ciudad.