Como diría Jane Austen, es una verdad universalmente reconocida que en Málaga son todavía legión, a estas alturas del siglo XXI, las personas que no utilizan el autobús por un prejuicio clasista profundamente provinciano.
Seguir pensando que no moverse a todas horas en coche es rebajar el estatus social del usuario es una postura tan pasada de moda como apoyar al candidato carlista al trono o los tranvías de mulas.
No tiene ese problema de conciencia de clase Antonio, un jubilado de 73 años, vecino de Los Palomares, con quien este firmante coincidió la pasada semana en el autobús del Palo.
A Antonio le cuesta llegar a fin de mes con una paga casi simbólica, por supuesto por debajo del salario mínimo, pero lo que no pierde, ni cuando está económicamente tieso como la mojama, es la sonrisa. Por eso confiesa que si tuviera una mujer, «conmigo iba a pasar más hambre que el perro de Carpanta».
La energía tampoco le ha abandonado: se levanta a diario a las 5 de la mañana y una hora más tarde ya está en la parada del autobús para recorrer Málaga durante toda la mañana. «Yo es que no puedo estar en mi casa metido todo el día, ahí se me cae la casa encima», explica. Menos mal, precisa, que por su exigua paga el autobús le sale gratis. «Si no, iba a estar toda la mañana de mi casa a la esquina y de la esquina a la casa», apunta con razón.
Por fortuna, cuando pasa la tarjeta por el puntito rojo, el sonido que sigue no comporta gasto alguno,de ahí que Antonio cuente que en esa mañana, y son las 9, ya ha ido desde Los Palomares, en la avenida de Ortega y Gasset a Campanillas y de esta barriada al Palo, y regresa en ese momento al Centro.
Antonio es un Phileas Fogg del transporte público de Málaga y cuenta, a quien se sienta a su lado, las ventajas, no sólo de comodidad sino sobre todo terapéuticas que tiene el autobús.
La EMT le permite viajar, entretenerse y ver mundo, aunque sea el pequeño mundo de su entorno. Cuando no se tiene un duro nos contentamos con pequeñas cosas y se disfrutan a fondo. Antonio, después de llegar al Centro, iba a subirse a un nuevo autobús, esta vez para visitar a uno de sus hijos.
Ya saben, si se encuentran en el autobús a un sonriente hombre con gafas y gorra, ese es Antonio, que exprime la vida a bordo del transporte público de Málaga. Y que esa vida le regale muchos viajes.
Tragedia mascada
Se observa en la calle Carpio, en el corazón de Huelin, un drama en el que la amistad eterna entre un grupo de amigos ha quedado rota, quién sabe si para siempre, pues todo apunta a que asistimos a una drama adolescente con humillados y ofrendidos. La gradación de la ofensa puede verse en tres pintadas en las que la indignación asciende hasta llegar al insulto digno de tertulianos del corazón.
Esta es la secuencia: «Fali no me ables (sic)», «Marta vete con el Fran» y por último, «Marta, Fali y Fran, putones los tres». Se mascaba la tragedia.