Anuncia el Ayuntamiento la intención de disminuir el índice de borrachuzos por metro cuadrado y devolver la Feria del Centro al espíritu de los año 80.
Pero para viajar 30 años en el tiempo no hace falta esperar a agosto. Basta darse una vuelta por el Llano de Doña Trinidad, un espacio olvidado por los políticos durante estas últimas décadas y en el que todavía se respiran (y se palpan) las carencias de la Málaga del pasado. La proliferación, por ejemplo, de hoteles y modernas infraestructuras a un tiro de piedra no han hecho variar un milímetro el aspecto de dejadez y decadencia de este rincón perchelero que por su nombre, en recuerdo de doña Trinidad Grund, muchos malagueños creen que se encuentra en el vecino barrio de La Trinidad.
Más de una vez hemos tratado en esta sección de este auténtico agujero espacio-temporal de Málaga, y como su mejora se hace esperar, seguiremos haciéndolo. Allí está montando guardia la Casa de Socorro levantada por Guerrero Strachan y que hoy es una comisaría con la fachada recagada de palomas –perdonen la expresión– y con las ventanas que dan a la calle Libertad desvencijadas. Sorprende que un edificio público en uso y con tanto valor patrimonial se encuentre en tan penosas condiciones desde hace años.
Resulta patético, por otro lado, la estampa del cable que, serpeteando por la calle Álvaro de Bazán, levanta el vuelo y atravesando parte del Llano de Doña para aterrizar y quedar atado por los siglos de los siglos en una cariacontecida señal de prohibido aparcar junto a la que se despliega un abanico formado por ocho contenedores de basura.
Pero es que todo el Llano es así. Por aquí no parece ni que pasen el tiempo ni las elecciones. Ahí están las papeleras oxidadas de modelos que quizás ya ni se fabriquen, los alcorques con planchas metálicas levantada –en consonancia con algunas losetas– o huérfanos de árboles desde hace quinquenios.
En el suelo, además de cacas de perro, chicles ennegrecidos y un sinfín de pelotillas de las palmeras hay también manchas de pintura roja.
También resaltan, por su sobria incomodidad, unos bancos de mármol o de piedra en forma de ese que parecen inducir a la columna vertebral a dibujar la misma letra. En los bancos, por cierto, no faltan las pintadas ni los cartones, huellas de sus inquilinos nocturnos.
Al Llano en recuerdo de Trinidad Grund podían sacarle mucho partido. Está rodeada de casas muy bonitas, como el número 2 de la calle Rita Luna, de dos plantas y con una hornacina central con farolas y con la imagen de una Virgen con el Niño. Cuenta con modernos corralones llenos de vida, con la Casa de Socorro de Strachan, con un ficus imponente y con buenos ejemplares de palmeras washingtonias.
En suma, podía ser una de las plazas más bonitas del Perchel pero su arreglo, de momento, no se ha producido. Si estuviera en un rincón más céntrico, otro gallo cantaría pero al encontrarse en este barrio, tiene que ponerse a la cola. Esa es al menos la impresión que ofrece.