La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo lleva casi quince años sin sede propia, tras abandonar el palacio de los Condes de Buenavista en el 97. En todo este tiempo, no ha recibido el trato que merece por parte de los políticos.
Quizás sea porque se trata de una institución en la que para entrar se valora ante todo la creatividad, la formación cultural y el trabajo intelectual, parámetros que no siempre se contemplan en los partidos. Es probable que estas formaciones desconozcan, por ejemplo, que más de 70 por ciento de los fondos pictóricos del futuro Museo de Bellas Artes de Málaga pertenece a esta veterana institución, que fue la que inició este museo en 1915.
Prueba de ello es la completa exposición que estos días puede verse en la sala de Exposiciones de Cajamar, en la esquina de la calle Córdoba con la Alameda Principal y en la que se exponen pinturas y esculturas de académicos del pasado y del presente, muchas de estas obras, obsequio con motivo del ingreso en la institución.
Es el caso del espléndido boceto para el monumento a Joaquín Sorolla, de Mariano Benlliure, que fue académico de honor de la academia y que está cargado de vida.
Y bañado por la luz de Sorolla parece un cuadro de Juan Eugenio Mingorance Navas sobre una fuente de la Alcazaba de Málaga.
Del pintor Luis Bono, que tuvo en la academia su segunda casa, hay un cuadro de San Telmo, que luce la rosa de los vientos, recuerdo de la Escuela Náutica de Málaga, que estaba en el edificio que hoy ocupa el Ateneo y que fue la primera sede de la academia en 1850.
Virgilio y Revello de Toro inmortalizaron a los presidentes de la academia Baltasar Peña y Alfonso Canales, respectivamente. El primero de ellos lleva en la mano su famosa obra sobre los pintores malagueños del XIX, que para muchos lectores supuso su descubrimiento.
Jaime Pimentel, el autor del Cenachero y el Biznaguero, expone una escultura repleta de energía de un Guerrero de la paz, a caballo, que es una pequeña obra de arte, igual que ese colorista trío con ángel del cuadro Por el río y por la mar de Rodrigo Vivar o la moderna escultura Esperanza sin límites del ilimitado Suso de Marcos. El veleño Paco Hernández, que se recupera de una enfermedad, pudo visitar la semana pasada la muestra y posar ante su impactante Maternidad, donada a la Academia de San Telmo en 1985 y en la que con muy pocos trazos consigue plasmar el misterio (y la alegría) de ser madre.
Y es que no faltan en esta exposición obras de pintores vanguardistas y de nuestros días, como la Cara del recién desaparecido Gabriel Alberca, una colorista composición de José Manuel Cabra de Luna y también aparecen buenas muestras de los universos pictóricos de Francisco Peinado, Pepe Bornoy, Jorge Lindell, Enrique Lindell y un misterios cuadro de Fermín Durante, sin olvidar a los recién desaparecidos Torres Mata y Esteban Arriaga, este último con una marina de la fragata Gneisenau.
Confiemos en que la próxima sede de la Academia, la Aduana de Málaga, visualice mejor, sobre todo para la clase política, la importancia de esta institución y todo lo que hace por Málaga.