La calle Granada era el inicio del serpenteante camino que llevaba a la ciudad de la Alhambra. Pero la puerta de Granada, se llamó antes puerta del Teatro porque en la acera derecha de la plaza de la Merced, mirando al norte, existió en la Edad Media un teatro.
No fue hasta el siglo XVIII que este espacio, flanqueado por la iglesia de la Merced al oeste, el convento de la Paz al norte -donde hoy están las Casas de Campos– y al este, el hospital de Santa Ana –la manzana de los cines Astoria y Victoria–, se convirtió en un espacio de paseo con árboles y estanques.
Pero en esos bruscos altibajos de nuestra ciudad, a comienzos del XIX la plaza ya estaba para el arrastre, con el aspecto de un hospital robado y sin un mísero árbol que diese sombra.No fue hasta 1842 que la plaza ofreció un aspecto parecido al actual, aunque a finales de la década siguiente se incorporaría la verja que le ha dado tanta personalidad. La reciente remodelación de la plaza ha recogido la súplica vecinal para que el Ayuntamiento hiciera una excepción y no transformara este espacio del XIX en un festival perpetuo de la tapa, con pocos sitio donde sentarse de gratis y una disminución alarmante de las zonas para que los niños jueguen.
Admitida la excepción que confirma la regla del Centro como zona para que sus calles las ocupen mesas y sillas hasta límites que fuerzan las reglas de la Física, la plaza de la Merced se ha convertido en una plácida isla, con bancos dispuestos como en una sala de cine, con vistas al monumento a Torrijos.
El pasado jueves, día laborable, a las 4 de la tarde había disfrutando de ella unas 15 personas, mientras unos trabajadores pintaban la verja del obelisco a Torrijos y las farolas decimonónicas.
En una de las casetas que se mantienen en pie, en concreto la que está en la esquina más pegada a la calle Granada, se mantiene la placa conmemorativa de la remodelación de la plaza en 1978, en tiempos de Luis Merino.
Por suerte, las ramas de una jacaranda tapan una horrenda antena, parecida a las antiguas de televisión, que sale de esta caseta.
Alguna urgencia tecnológica cumplirá este armatoste para que haya «superado el corte» de la remodelación. Confiemos en que los avances de la Ciencia vayan reduciendo el tamaño de este engendro.
Y en una época de alta contaminación lumínica como la que vivimos, no sólo porque las ciudades adelantan un mes la celebración de la Navidad sino porque cualquier institución, por mindundi que sea, aspira a iluminar de noche su sede, resulta reconfortante la bonita iluminación navideña de la plaza de la Merced.
Las bombillas dan una luz delicada, casi lechosa, que en una noche oscura dan la impresión de que una constelación de estrellas, aburrida de que ya no pueda ser divisada en los cargados cielos de Málaga, ha bajado casi a ras de la plaza para que las admiremos. Un efecto precioso.
La cuna
La Peña El Palustre del Palo felicita las navidades con un original dibujo en el que el Niño Jesús es acunado en un palustre.