El «sonajero» volverá a sonar tras quince años

12 Dic

La maratón del pasado lunes es una carrerita al estanco de la esquina comparada con la carrera de fondo de algunos malagueños para que las administraciones despierten de su letargo secular y recuperen el patrimonio.

Desde 1999 llevaba el locutor y presentador Antonio Márquez llamando la atención sobre el estado bastante desmejorado de la farola de plaza de la Biznaga, en la barriada de García Grana.

Este periódico se hizo eco de la alarmante desmejoría en 2002 y al menos, a la denuncia en La Opinión siguió la inclusión de esta pieza en el catálogo del patrimonio municipal, un gesto del Ayuntamiento que al menos rebajaba el riesgo de que acabara tirada en un descampado o fundida.

Y es que, en una ciudad con la psicología del usar y tirar de los nuevos ricos, pocos elementos del mobiliario urbano duran lo justo, pues la norma durante muchos años ha sido rediseñar y mandar al cuerno lo que una corporación anterior ha hecho.

No fue el caso, precisamente, de la gran farola que a partir de 1902 presidió la plaza de la Constitución, sustituyendo a la fuente de las Tres Gracias. Por sus hechuras de juguete infantil, Manuel Altolaguirre la llamó el sonajero, recogiendo así el nombre popular que se había ganado esta farola, realizada en la herrería de Herrero, con un proyecto del arquitecto municipal Tomás Brioso. El basamento, por cierto, es de mármol de Teba y dadas sus dimensiones, para cambiar las luces había que usar la escala de un camión de bomberos.

La farola, que habría hecho las delicias de un bebé de King Kong, protagonizó decenas de postales, pero en 1959 llegó la hora de rediseñar la plaza y fue retirada para dejar paso a la fuente de las Gitanillas. Pero en lugar de mandar la farola al destierro total, el alcalde de entonces, Francisco García Grana, quiso que presidiera la más reciente barriada de la ciudad, la que luego llevaría sus apellidos y que nació como respuesta urgente para acoger a los chabolistas del arroyo del Cuarto, tras las inundaciones de diciembre del 58.

Con el paso de los años, el sonajero se había quedado totalmente cascado, desde 1999 ya no tenía luz, estaba repleto de pintadas, apedreado, con la tapa arrancada y con basura en el interior.  Y eso que, en lo buenos tiempos en la plaza de la Constitución, en plena posguerra, el transformador eléctrico de la base congregaba a una importante cantidad de malagueños que buscaba calentarse algo en invierno.

La construcción de la nueva barriada García Grana había pospuesto la necesaria rehabilitación del sonajero. Pero todo pasa y felizmente, incluidas las obras públicas y ahora que el barrio está casi listo en todas sus fases, la mermada farola ya está siendo reparada en dependencias municipales y dentro de poco, volverá a presidir la plaza de la Biznaga.

Un mobiliario urbano centenario, a pesar de no ser una fuente y que seguirá en pie. Feliz excepción. Gracias, Antonio Márquez.

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