La pasada semana, el autor de estas líneas iba a hacer la cíclica visita a uno de esos puntos negros de la ciudad que sólo mejoran coincidiendo con cada aparición del cometa Halley, y se encontró con la agradable sorpresa de que, el punto negro, se iba a convertir en cuestión de un par de días en un punto limpio.
Puesto que el cometa Halley volverá a dejarse ver por estos andurriales el año 2062 –cuando quizás entonces comience a peligrar la mayoría absoluta de nuestro actual alcalde– hay que concluir que bastante antes, el denigrado patio exterior de la antigua prisión provincial se ha librado de las toneladas de porquería que albergaba.
Los expertos en ciencias ocultas, así como en terceros y cuartos milenios, querrán ver algún tipo de transmisión mental entre este humilde servidor y la vieja carcel, porque fue doblar la esquina de la calle Virgen del Pilar y allí estaban desembarcando los contenedores de obra en los que recoger las inmundicias. Y más que inmundicias, la mayor colección privada de latas de cerveza, acumulada en diferentes cerros a lo largo del patio exterior, por obra y gracia de botelloneros.
Hecha realidad esta petición municipal, que Instituciones Penitenciarias ha llevado a cabo después de muchos meses de espera, tendremos que aguardar al cambio de Gobierno para que el entrante haga realidad la petición de un Ayuntamiento de su mismo signo político: la entrega de la antigua prisión a la ciudad, pues al fin y al cabo los terrenos eran municipales y se cedieron para levantar la cárcel.
El precioso inmueble, a pesar del uso que ha tenido desde los años 30 del siglo pasado, podría tener muchos usos culturales y de paso, recordar a los miles de presos políticos que pasaron por ella para luego ser fusilados durante la Guerra Civil, en las sucesivas etapas de animalismo cívico, primero del bando republicano pero sobre todo, y por goleada, del siguiente bando, el de los rebeldes.
Además de la rehabilitación interior, el abandono en el que ha estado cerca de dos años ha incrementado las pintadas que atiborran sus paredes exteriores, en trazos irracionales de diferentes colores.
Precisamente en la calle Virgen del Pilar, se observa una correspondencia entre las pintadas de la prisión y las que trepan por los tejadillos de la barriada vecina de los Palomares. Una de las más curiosas, plasmadas en la vieja piedra, reza Hitano. Su autor no se ha olvidado de la preceptiva hache. Tendremos que imaginar el tamaño de las piezas dentales (o la ausencia masiva de ellas) de un grafitero apodado Diente, sin más, mientras que en Gordi adivinamos un individuo simpático pero sobrealimentado.
Las pintadas se suceden, en menor escala, en la calle paralela, a Valderaduey, que aunque tiene apellido de prohombre del Siglo de Oro, es un río de Castilla y León.
En resumidas cuentas, que esta limpieza carcelaria nos ha dejado con las ganas de que la antigua prisión provincial pase de una vez a Málaga y se acaben sus penurias. En las manos del vencedor de las elecciones generales está.