La crónica del martes estuvo dedicada a esa historia (hermosa) pero no comprobada con documentos, de los barcos de la casa Heredia que cruzaban el Atlántico a modo de correo floral del zar, transformando la finca hortofrutícola de La Concepción en un rincón de los trópicos.
Un rincón tan digno de una selva barroca que allí se rodarían Los últimos de Filipinas y el famoso anuncio de Juan Valdéz y el café de Colombia y hasta hechuras tiene para representar algún día el escenario del Macondo de García Márquez.
Pero préstamos espirituales de La Concepción encontramos por toda Málaga y es algo que constatan los turistas en un mes tan poco propicio, en teoría, para el derroche floral como el mes de noviembre, que en media Europa es ya un otoño invernal.
Quizás la comprobación de que en Málaga la historia botánica es otra la tengamos en las preciosas chorisias o palos borrachos que estos días encienden de color nuestro otoño racheado de sol.
Incluso ahora que la Aduana está en obras, resplandecen con una intensidad que daña (agradablemente) a los ojos las dos impresionantes chorisias que acompañan a este palacio de tiempos de Carlos III y al aborto de la Aduana, nombre popular con el que se conoce la Casita del Jardinero del Parque.
La Chorisia speciosa es la más espectacular y si su tronco formara una enorme espiral, podría confundirse con una de las cuatro columnas del baldaquino (florecido) de la basílica de San Pedro del Vaticano. A su lado, una Chorisia insignis deja en el aire su huella de flores blancas.
Insignis es también el apellido científico del barrilito de los jardines del Puerto, la evidencia botánica de que el Universo está en plena expansión, como su tronco de barriga cervecera (aunque hoy día, esta comparación se ponga nutricionalmente en duda).
Las flores blancas y amarillas de esta curva de la felicidad son una inyección de optimismo para los días llenos de nubarrones. En los alrededores del Materno, en la proximidad del monumento a Narciso Díaz de Escovar del Parque y en el Puente de las Américas podemos encontrar estas dosis tropicales de una ciudad rica en desempleo pero también en flores. Habrá que consolarse.
Robert Boyd
Como curiosidad, en la que se mezclan la historia y la hostelería, en la plaza de la Merced se encuentra la taberna Robert Boyd, que lleva el nombre del joven norirlandés que se unió a los hombres del general Torrijos en su lucha contra el cruel zangolotino de Fernando VII. En la página web de este bar encontramos una semblanza en inglés del héroe romántico, fusilado en la playa de San Andrés a los 26 años, así como la reproducción del famoso cuadro de Gisbert sobre el fusilamiento. Su tumba, por cierto, no se encuentra en el obelisco con su nombre en el Cementerio Inglés, como reza la información, sino en la parte primitiva del camposanto, aunque no se sabe con exactitud cuál es su tumba. Felicidades por esta bonita unión de cultura y hostelería.