Los ciclos de desatención en Málaga se suceden de forma perfecta, casi matemática. Para que ustedes se hagan una idea, funcionan con la misma precisión que la ola del Melillero que además de pasiones levanta cada tarde a los bañistas de La Misericordia.
Pero si esta ola es el anuncio del verano, también lo son los pasos de cebra desvencijados y desaparecidos en combate, como si la niebla se hubiera posado sobre ellos absorbiendo el blanco inmaculado, que es la salvaguarda de los peatones.
Es llegar la época de más afluencia de turistas y los pasos de cebra más transitados hacen mutis por el foro, fundiéndose en negro con el asfalto en una exhibición cinematográfica no deseada por quienes lo cruzan.
Un año más, el paso de cebra del Postigo de los Abades –el que comunica la horrenda manzana del Málaga Palacio con la Catedral– se encuentra bajo mínimos. Atravesado a diario por miles de personas, presenta un aspecto que recuerda al paso de un terremoto: está cuarteado, cruzado por grandes grietas y con una preocupante tonalidad grisácea que difumina su propósito.
Y si cambiamos de escenario, delante del paseo marítimo de Huelin encontramos un auténtico paso de cebra en negativo, un maridaje perfecto entre un paso fenecido y la calzada. Se encuentra en la calle Mendoza, a dos pasos de la calle Princesa y tiene el aspecto de no haber sido retocado en años, tanta es su mugre. Dentro de poco, los peatones tendrán que agitar los brazzos para aumentar su visibilidad.
Y si nos vamos a una gran arteria de la ciudad, justo en el tramo en el que la calle Eugenio Gross pasa a llamarse Blas de Lezo o viceversa, en la confluencia con la calle Velarde, nos encontramos con un verdadero macropaso que ya sólo pertenece a la memoria de los hombres. Si se sostiene es una suerte de tradición, pero no porque la señalética horizontal así lo indique en el suelo pues poco queda ya de su blancura pasada.
Pero no teman, quizás este artículo mueva a compasión a nuestras autoridades si es que no están de vacaciones. En cualquier caso, muchos tenemos la certeza que para el verano que viene, volverá a reproducirse el ciclo de desatención vial que esta ciudad merece.
Ya lo dejaron claro en esa grandiosa película de Walt Disney, El rey León, «es el ciclo de la vida». Al menos la de Málaga.
Autodestrucción
La plataforma en contra de la tremebunda operación en Hoyo de Esparteros, cuya consecución nos volvería a colocar en la lista negra de Ciudades Costeras por Civilizar, demostró al menos el pasado jueves con su concentración de protesta que todavía existe ética y compromiso ciudadano en Málaga frente a los vándalos de la Unión Temporal de Administraciones.
La pieza clave de esta tropelía es la insuficiente protección arquitectónica del edificio de La Mundial, algo que tampoco debe sorprender en una ciudad que debería incluir en su escudo una lustrosa bola de demolición.
Cada pueblo tiene lo que se merece y los malagueños debemos ser masoquistas pues hemos vuelto a votar masivamente a una formación política que está más pendiente de las cofradías y las peñas que de la ciudad y sus problemas. El hecho de subvencionar con DINERO PÚBLICO a dos cofradías para que “nos representen” en la JMJ (60.000 eurillos de nada) ya dice mucho en favor de la “buena gestión” de este Ayuntamiento. Si el señor Alcalde se dedicase a inspeccionar la ciudad en su totalidad y no a hacerse fotos en tal o cual acto que muchas veces no tienen la mayor relevancia, se daría cuenta de cómo se está degradando Málaga sin que se le ponga remedio; no todo consiste en que cuatro concejalas (brrrr) se dediquen a visitar el centro de la ciudad “con ojos de turista” y decir que con unas macetas aquí y allá todo arreglado. ¿Se fijaron por ventura en el pavimento de la calle Marqués de Larios que se está deteriorando a marchas forzadas?