En unas dos semanas comenzará oficialmente la vendeja, la época posterior a la cosecha en la que se empaquetaban los higos y pasas de Málaga. La calle que lleva su nombre, frente al Puerto, nos da una idea de la actividad que aquí se llevaba a cabo hace un siglo, cuando el fastuoso palo borracho que ahora preside la zona no estaba ni en proyecto y por esos andurriales se encontraba el teatro Vital Aza.
Los más viejos del lugar recordarán este teatro Vital Aza, clausurado en 1942, y que pasó de la calle Vendeja al Muelle de Heredia. Existe una foto muy conocida de 1899 que muestra el teatro, entonces con pocos años de vida, pero con pinta de ser un cocherón destartalado del Siglo de Oro. Acudir a un espectáculo debía ser tan arriesgado como practicar nudismo en Siberia a no ser que aparcara al lado un camión de bomberos.
Lo curioso, pero también lo patético, es que la calle no ha mejorado en este último siglo de vida. El Vital Aza pasó a la historia, pero no su espíritu, presente en una frente de edificios que en la actualidad nos recuerdan a la sitiada ciudad de Stalingrado.
Siguiendo una verdad de perogrullo que en Málaga no se cumple, en la mayoría de Europa occidental las zonas más vistas y transitadas por los turistas suelen ser las más presentables. Y sin embargo, una ciudad tan dependiente del turismo se permite el lujo de contar, durante más de una década, con puertas de entrada a la ciudad tan cochambrosas como esta.
El acceso a Málaga por la plaza de la Marina desde el Puerto o la estación de autobuses es de película de terror y no sería extraño que más de uno, viendo el panorama, se volviera por donde ha venido.
Los dos edificios en ruinas, en la esquina de oro de la plaza de la Marina, evidencian no sólo el pasotismo del propietario sino también la provecta incapacidad municipal para desatascar este tipo de asuntos, como puede verse también en el ruinoso palacio de los Gálvez, a pocos metros de la iglesia donde se bautizó Picasso. Con este Ayuntamiento tan inactivo habrá que decir, al ver la calle Vendeja, eso de Así que pasen 20 años.
La plaga avanza
Alguna vez hemos hablado del alarmante empobrecimiento del idioma que exhibimos tanto los medios de comunicación como los políticos.
En concreto esta sección ha llamado la atención muchas veces sobre esa enfermedad gramatical que consiste en sustituir la rica gama de preposiciones que hay en español por la omnipresente desde, como si no existiera otra preposición en el mundo. Resulta cansino escuchar cómo los políticos malagueños aseguran decir algo, no en nombre de su partido sino «desde el PP» o «desde el PSOE» o hablar «desde la sinceridad» o «desde el orgullo», como si existiera esos lugares concretos.
Lo último se escuchó ayer en una emisora local. Al parecer, nuestro alcalde no se enteró de una nueva afrenta de la Junta por los periódicos sino –como aseguró sin inmutarse el locutor– «desde los periódicos».
El problema no es solo el estado de los edificios, es que muestran el respeto que tenemos a nuestra historia cultural.
Nos dicen en estos días que el nuevo concejal de cultura quiere usar como espacio escénico el Teatro Romano, también se podría ocupar algo de que no mostrara este aspecto el lugar donde se prepararon los últimos festivales greco-latinos malagueños.
En esa casa que habitó Ángeles Rubio-Argüelles, en la primera planta de la casa más baja, a cuyos balcones se asomaron, para mayor vergüenza nuestra, personas relevantes de todo el país. ¿Qué pensarán si ven el estado lamentable en que anda?
Las singularidades del edificio han desaparecido, ya solo queda el esqueleto, aunque lo rehabiliten difícilmente se podrá recuperar el resto.