El firmante tiene en mente, no por vivencias sino por fotos y testimonios, la visita del Rey Saud de la Arabia Saudí a Málaga hace casi medio siglo. El monarca fue agasajado por las autoridades con un partido de fútbol del C.D.Málaga, que posiblemente se jugaba el tipo con el Granada.
La visita a La Rosaleda de una escuadra de venusianos no habría levantado tanta expectación como la exótica llegada en coche descubierto de este señor vestido como Lawrence de Arabia y con gafas de sol de moda.
Cierto es que parte del público, radicalmente ajeno al protocolo, aprovechó la coyuntura de que el rey apenas chapurreaba algo de francés para gritarle sus impresiones directas entre grandes aplausos y coña marinera. Mucha chifla tuvo la llegada de tan magno personaje al campo en una afición tan acostumbrada a las grandes citas del fútbol como los jureles al Sahara.
Hasta entonces, la llegada de personajes orientales a Málaga había estado rodeada de boato, piénsese en el Rey Abdullah de Jordania en el Hotel Miramar o las leyendas que se contaban de princesas indias –con pedruscos en la nariz– en el Balneario de Tolox, pero el fútbol de los 60 pareció romper la barrera protocolaria para siempre.
Uno piensa en estas escenas tan variopintas del pasado y las compara con las apariciones de Abdullah Bin Nasser Al-Thani, el catarí propietario del Málaga C.F. y constata que el cuento ha cambiado bastante. Este hombre no despierta chanza ni excepticismo sino simpatía y también admiración entre los aficionados. Por internet circula incluso un montaje fotográfico que lo coloca ocupando el lugar de la estatua al II marqués de Larios.
La afición malaguista, bregada en la poco brillante trayectoria de su equipo, que por ahora no ha ganado nada en 60 años más allá de algún torneo veraniego, ve con esperanza el final de una etapa caracterizada por la inestabilidad y la fuga de cerebros: los jugadores más valiosos eran fichados por los grandes. La sola presencia de Ruud van Nilstelrooy, aunque ya esté talludito, confiere al Málaga una dimensión deportiva que jamás soñó y a la que quién sabe si algún día nos mal acostumbraremos.
Al-Thani dista mucho de ser recibido con el jolgorio, y para ser más preciso el cachondeíto, que sí mereció el Rey Saud de la Arabia Saudí. Basta cambiar el horizonte gris de un equipo de fútbol para ganarse el apoyo incondicional de miles de aficionados. Es lo que está pasando.
Escombrera de paso
La avenida dedicada a Guerrero Strachan, parte de la cual coincide con la salida de la autovía, revela al conductor un paisaje de chavelas brasileñas, no por la autoconstrucción de Mangas Verdes, que no se puede comparar con los chambaos brasileños ni de lejos, sino por un cerro del barrio, ya próximo a Parque del Sur, por el que chorrea la basura, una escombrera que vierte al espacio público toda la dosis de incivismo de los autores de la gesta, con el agravante de que es un rincón de la ciudad ante el que cada día pasan miles de conductores.