Un ejemplo foráneo de movilización ciudadana

Ahora que el Ayuntamiento y la Junta aúnan sus insensatas fuerzas para ofrecer barra libre urbanística en el Centro Histórico a un arquitecto estrella, volvemos a caer en la cuenta de que, salvo aquellas ciudades arrasadas por las dos guerras mundiales, pocas poblaciones hay en Europa tan cambiantes en el tiempo como una ciudad costera española.

Permeable al dinero fácil y con nociones como la Historia y el Patrimonio tomadas como comodín pachanguero por las instituciones, Málaga es uno de los mejores ejemplos de ciudad maleada por la arquitectura basura y ahora, por esa otra que, justificada en el efecto Guggenheim, establece que todas las provincias españoles que quieran ser algo en la vida deben contar con un premio Pritzker en sus calles, ya sea en forma de hotel, silo, edificio de oficinas, cárcel o mercado de abastos.

Esta provinciana enfermedad institucional, aparte de estar rebañando las arcas de todos los contribuyentes si se trata de encargos públicos, también consigue levantar a algunos indignados contra el papanatismo y el absurdo respeto sacro que a estas alturas tiene una ciencia tan poco exacta como la Arquitectura, capaz de grandes maravillas pero también de rematar rincones soberbios como la plaza del Mercado Grande de Ávila, destrozada por una de las intervenciones más olvidables de Rafael Moneo y que merecería salir en una película de Jacques Tati.

En Sevilla, sin ir más lejos, hay muchas personas conscientes de que, cuando los arquitectos, los políticos y los urbanistas meten la pata de forma conjunta, lo hacen a gran escala. De hecho, un grupo de vecinos ha conseguido parar en el Tribunal Supremo una fantástica biblioteca de la fantástica arquitecta Zaha Hadid –por supuesto premio Pritzker– porque no había otro sitio para construirla que el único parque junto al casco histórico, protegido a más señas por el PGOU.

En Málaga estamos ante un caso parecido. Lo bueno que para la ciudad podía tener una obra de un arquitecto de prestigio como Moneo se desgracia ante los daños colaterales en Hoyo de Esparteros, que recuerdan por la intensidad de sus estragos a los años más implacables, urbanísticamente hablando, del desarrollismo franquista.

La contestación en Málaga la ha tenido la pequeña pero meritoria plataforma ciudadana que se ha opuesto a esta lamentable operación, pero poca respuesta más ha habido, salvo la de IU. Con socialistas y populares a los pies del arquitecto estrella y el Colegio de Arquitectos en su inmutable papel de no morder la mano que le da de comer, la única novedad de los últimos días ha sido una plataforma en internet de Malagueños y simpatizantes hartos de que destruyan nuestro Patrimonio, encabezada por la fotografía del edificio que será demolido en Hoyo de Esparteros –sólo se salvan algunos elementos– y que fue sede del Gobierno civil, posiblemente tras el incendio de la Aduana en 1922.

Como paradoja, entre las integrantes de este grupo de protesta en facebook se encuentra la anterior delegada del Gobierno andaluz, María Gámez, actual portavoz del grupo municipal socialista. O despiste o recochineo.