«Oh vosotros que entráis en la calle México, abandonad toda esperanza». Con el permiso de Dante, este podría ser el lema de un arco conmemorativo colocado a la entrada de esta vía que desemboca en Martínez Maldonado.
La causa está muy clara: Gracias a la pasividad municipal –también conocida como siesta administrativa– se ha convertido en una calle sin futuro y con un presente tenebroso. Qué menos que conmemorar tantas décadas de olvido y no será por falta de ganas de esta sección, que ha dedicado al menos un artículo anual los últimos siete u ocho años a esta tierra de nadie a un tiro de piedra del hospital Carlos de Haya.
Bordeando la calle México y la calle Rodrigo de Narváez se extiende un páramo polvoriento en el que aparca un centenar de coches como mínimo. Nubes de polvo en verano y barro en invierno: hasta un parking al sur del río Pecos estaría en condiciones más dignas.
Los desdichados bloques de pisos que bordean esta tierra de nadie decidieron hace tiempo formar una línea Maginot para defenderse del avance de este terrizo mugriento.
La solución elegida ha sido un jardincito de autoconstrucción, en el que abundan los cáctus, las latas de pintura convertidas en zona verde y hasta un antiguo bidet reverdecido. También hay caminos de chinos y hasta de una herrumbrosa torre de electricidad, ya sin uso, han colgado macetas.
Se trata de una respuesta digna e imaginativa frente al cutrerío que plantea el Ayuntamiento –dejar que las cosas sigan como están–. De hecho, las únicas mejoras que se aprecian en este aparcamiento son los azulejos rotos, usados para rellenar los baches. Remata el conjunto un campo de hierba en el que Rafa Nadal sólo tendría posibilidades de victoria abriéndose paso con el machete.
Lo dicho, los vecinos han perdido toda esperanza en la regeneración de esta gigantesca parcela. Una Línea Maginot de plantas es la única defensa. El arco con memorativo de tanta desidia debería levantarse cuanto antes.
Subteniente iglesias
El pasado mes de mayo falleció Antonio González López Iglesias, el guardia civil jubilado conocido en Málaga como el subteniente Iglesias. En agosto de 2010, la sección semanal Mirando Atrás le dedicó a él y a su mujer, Clara Augusto Gómez, un reportaje porque acababan de celebrar los 60 años de casados.
Después de patearse media España, don Antonio pasó a trabajar a Málaga y estuvo de vigilancia en la playa de la Malagueta, el puerto, el centro operativo de servicios de la provincia y el aeropuerto, en el que vivió el accidente del avión Spantax del 82.
El subteniente Iglesias, un hombre muy querido por sus compañeros de trabajo, transmitió a La Opinión con mucha simpatía y sencillez el resumen de una vida de intenso trabajo y sacrificio.
Vivía con su mujer y su hija Margarita en la planta baja de un bloque de Portada Alta y como recordó su hija esta misma semana, vio cumplido su sueño de contar en un periódico todo el cariño que profesaba a su mujer.
Descanse en paz.
Gracias por la información, es un tema interesante.
http://www.suabogadoenmalaga.es/Roji-Abogados/noticias/mercantil-y-empresas/
Pasará lo que suele suceder siempre, cuando el jardín de los vecinos de las zona esté espléndido llegarán a derribarlo, entonces se acordarán de que tienen que remodelar la zona.
La noticia de una muerte siempre es triste, pero agrada que un medio nos de noticias de este tipo, le dedique espacios a la gente normal y corriente que son las que hacen realmente las ciudades. El ejemplo de estas vidas es también un rayo de esperanza en este mundo en que la incomunicación aumenta. La lealtad existe, es posible mantenerla en una pareja a lo largo de los años