Dos rincones para invertir lo que no está escrito

1 Jun

El año pasado esta sección se hizo eco –mucho más del eco que tiene en el Ayuntamiento– del bochornoso estado del Llano de doña Trinidad, incluida la Casa de Socorro levantada por Guerrero Strachan y que acumula más porquería que la funda de un jamón.

Cierto que el Llano parece rincón detenido en el tiempo (en concreto en los años 80), pero si de acumulación de porquería y de abandono se trata, a este rincón del Perchel le ha salido un competidor en la placita trasera de la trinitaria iglesia de San Pablo, cruzada por la calle Jara.

Resulta muy triste, por no decir indignante, que uno de los lugares más conocidos de la Trinidad tenga el aspecto de no haber sido limpiado a fondo desde la última glaciación.

El caso es que esta plazuela en la que el sol pega con gusto por la escasa disposición de árboles (nueve palmeritas en el centro que hacen lo que pueden) está hecha unos zorros.

Muy cerca de estas palmeras se adivina un gran círculo negro en el suelo, y uno ya no sabe si se trata de algún tipo de señal extraterrestre, como esos símbolos en el desierto de Atacama, porque, siendo sinceros, para frecuentar esta plaza en tal mal estado hay que ser marciano, y bien que un servidor lo siente por los vecinos.

También se adivinan en el suelo misteriosos triángulos de pintura blanca, huellas de motos y unos 400 chicles convertidos en una plasta dura y cenicienta, sin olvidar lo que parecen huellas muy numerosas de un goteo negro, que uno ya no sabe si atribuir a las gotas de cera de una cofradía o a algún apasionado de la pintura puntillista de Seurat.

Y se aprecia, por otro lado, una especie de Gran Falla de San Andrés, que paralela a la calle Jara recorre toda la plaza, de tal forma que el peatón puede notar esta rotura y, literalmente, caer en la cuenta. Tan pronunciada es la falla, que en algunos tramos se adivina una labor de mezcla, en la que algunos niños han dejado sus nombres para la posteridad gracias a un palitroque y el cemento fresco. Aquí van sus nombres: Cuco, Sordo y Josele.

Pero para sordera, la de nuestro Ayuntamiento, que desde hace muchos años hace oídos sordos a la situación de decadencia de la Trinidad.

Completan el espectáculo de la plaza tres solares, uno de ellos transformado en parking, aunque los automovilistas deben tener ojos en el cogote para no caer con sus vehículos en el gran hoyo central practicado en el terrenito. Si dan marcha atrás deberán llamar a la grúa pero para que rescate el auto de las profundidades.

Este es el panorama decrépito e inmerecido de uno de los barrios más olvidados por nuestros munícipes. Algo habrá hecho pero los trinitarios tratan de averiguarlo sin resultado.

Café, café

El arroyo del Café se está convirtiendo estos días, en su tramo que da a la playa de la Caleta, en un arroyo encauzado con los márgenes de piedra. Un tienducho en el Camino de Vélez junto al arroyo, en el que se servía café a comienzos del XIX, parece ser el origen del nombre.

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