Ayer por la tarde estaba el firmante en Huelin y se cruzó con un señor de unos 60 años que parecía un anuncio de El Corte Inglés: bien trajeado, buena planta y con jersey de marca (un tío jugando al polo).
En un momento del paseo este sujeto sacó un paquete de tabaco y lo abrió, tirando a la calle el plastiquito que lo envuelve y un trozo de papel.
Por su puesto, el individuo ni se molestó en recoger lo que había tirado, seguramente porque llevaba décadas repitiendo el mismo gesto mecánico, un gesto pequeño pero de indudable falta de respeto por la cosa pública, esa cosa que compartimos todos. Este hombre tan bien trajeado pero con una indudable falta de educación cívica, seguramente nunca ha caído en la cuenta de que ni siquiera el plastiquito del paquete de cigarros se puede tirar a la calle.
Su pequeño gesto contribuye a la merecida fama de ciudad sucia que tiene Málaga. Y la culpa no es en su mayor parte del Ayuntamiento sino de nosotros, los malagueños. De Málaga es muy alabado el paisaje pero en cuanto al paisanaje, en general nos tienen que echar de comer aparte.
Quizás uno de los índices de desarrollo cívico de una ciudad se encuentren en la playa. El fumador selvático, en bañador o bikini y con una papelera demasiado lejos de la orilla, opta por lo más fácil, por tirar las colillas en la arena, En la creencia (supersticiosa) de que las colillas son biodegradables y no lo son o simplemente por que al maromo le trae al fresco el cuidado del entorno.
Los usuarios de las playas de Málaga se habrán dado cuenta de los cerros de colillas desparramados en varias capas, por la arena de todo nuestro litoral durante el pasado verano y parte del otoño. Una imagen que describe muy bien el subdesarrollo cívico y cultural que padecemos por estos lares.
Pero además, el selvático que deja las colillas en la playa quizás desconozca que no sólo está contribuyendo a guarrear un hermoso patrimonio, además está poniendo, valga la redundancia, su granito de arena para contaminar, pues los filtros del tabaco contienen las porquerías más nocivas del producto, que terminan disueltas en el agua.
Ya ven, se trata de pequeños gestos, como los del elegante e indiferente ciudadano de Huelin, y que sin embargo tienen importantes consecuencias. El índice de colillas en la playa nos retrata como una ciudad pasota y poco higiénica. Y luego nos quejamos de los políticos que nos han tocado en suerte.
En el escudo de Málaga deberíamos incorporar el lema que nos hace funcionar todos lo días: «Después de mí, el diluvio».
La chupa
El Carril de la Chupa, la prolongación de calle Frigiliana que desemboca en el paseo marítimo de Antonio Banderas, debe su nombre no a ninguna legendaria y motorizada chupa de cuero, sino a los campos de cañas de azúcar o de cañadú que hubo en esta zona de Málaga y que los niños chupaba para saborear el jugo.
Esta gente que tanto ensucia, no sólo hace mal lo de tirar papelitos, plastiquitos o colillas al suelo de la calle o la arena de la playa; lo peor de todo es, que este tipo de gente hace pocas cosas bien a lo largo del día. Tampoco la Administración Pública y los ciudadanos conscientes, castigan y reprochan estas conductas con la contundencia necesaria. Un saludo y gracias, señor Alfonso.
Alfonso, estoy totalmente de acuerdo contigo. Es un tema lamentable y preocupante, la verdad. No entiendo cómo una ciudad para la que tan importante es el turismo puede permitirse tener tanto las arenas de sus playas como el agua que las baña tan sucias…porque lo del tema de los vertidos da para otros muchos artículos como este. Un saludo de un antiguo vecino del barrio.