El escritor británico Anthony Burgess carga con el sambenito de haber escrito La naranja mecánica, pero tiene bastantes obras mucho más interesantes y menos hooliganescas, empezando por su autobiografía, en la que justifica la maldición del trabajo humano señalando que la Humanidad, como se encuentra encajonada entre «dos eternidades de ocio», lógico es que en el intermedio en la Tierra dé un poco el callo.
No parece que ninguna autoridad incompetente se haya deslomado en el Llano de Doña Trinidad, del que hace unos días resaltamos el estado de abandono de la Casa de Socorro de Guerrero Strachan, ametrallada por cagadas de paloma que datan del Mesolítico.
La eternidad de ocio, a efectos administrativos, sí procede en este lugar descascarillado y olvidado del Perchel, en el que por no entrar no entran ni los candidatos, pues en ese caso, cierta transformación personal debería verse en ellos, oséase, lo que se llama la vergüenza torera.
Al menos es lo que el firmante experimenta cada vez que asoma la patita por este espacio detenido en el tiempo (pongamos, 1980, o al menos es lo que parece).
Para empezar, esos bancos garrulos en forma de zeta, causantes de lesiones de espalda, alguno de ellos volcado por la fuerza bruta y con la pinta de llevar así desde el golpe de Tejero.
Pero podemos seguir por ese suelo que a veces parece el de un estadio haciendo la ola y que con obstinación, a cualquier hora del día, está repleto de bolitas vegetales, esas que uno aplasta sin querer al andar.
Lástima que dos preciosos ejemplares de palmeras washingtonia, de un porte parecido a los que todavía se mecen en la barriada de Santa Paula, tengan la base llena de pintadas.
Tampoco ayuda a mejorar el aspecto del Llano un gran alcorque circular con plantas en el que se almacenan ropas y cartones de los dos tipos (cartones de cajas y de tabaco).
Pero lo que incrementa el aspecto marginal del Llano de Doña Trinidad es lo que puede verse en uno de sus extremos, el que linda con la calle Agustín Parejo, que es un solar que quedaría de cine en películas como Terror en Amityville.
Entre dos eternidades de ocio estamos y algunos políticos, entre las que hagan falta.
Las mentes
Proponía una colega periodista que además de organizar un congreso de Mentes Brillantes, también se organizara otro de Mentes Obtusas u Opacas. El problema sería el aforo para acoger a tanta personalidad. Habría que trasladar a los invitados a una carpa que ocupara toda la playa de la Misericordia.
Un amigo que se interesó por este Congreso de Mentes Privilegiadas me ha comentado que el precio de las entradas era astronómico ¿Es cierto? Y de ser así, ¿Algún diario ha hablado de este aspecto y/o del nivel de asistencia al evento? Un saludo