La noticia del hallazgo de una necrópolis romana entre la calle La Unión y calle Santa Marta, durante las obras del Metro, sobrecoge y emociona porque uno piensa que este tipo de obras sólo se toparía con restos de alcantarillas .
En el Renacimiento italiano, en una ciudad descubrieron la tumba de una joven romana de gran belleza, cuyo cuerpo se mantenía casi incorrupto. Los ciudadanos guardaron largas colas para no perderse el privilegio de contemplar un rostro del pasado más mítico, que acabó convertido en polvo a las pocas horas.
En esta Málaga de las prisas, el paro y el ma-Moneo urbanístico (disculpen el torpe juego de palabras), cuesta ser conscientes de que convivimos con un pasado del que algún día nosotros, y lo que nos rodea, formaremos parte, en forma de restos testimoniales, de algún museo arqueológico.
Está por ver, eso sí, si esta Málaga de comienzos del siglo XXI tendrá la consideración de civilización o de mera acumulación de viviendas.
Las personas enterradas en la calle La Unión y cuyos restos han vuelto a la luz, es probable que estén vinculadas con el asentamiento industrial descubierto en la misma calle y datado entre los siglos II antes de Cristo y I después de Cristo.
Ya por entonces, los romanos creían haber alcanzado el mayor desarrollo posible al que podía llegar el ser humano. Se consideraban en la cúspide de los siglos, como algunos ilusos consideran en nuestros días.
Resulta difícil imaginar esa gran ciudad llamada Malaca de la que este posible grupo de casas y talleres se encontraba a un tiro de piedra, con una pequeña playa a la altura de la plaza de la Constitución y las aguas rozando el emplazamiento actual de la Catedral. Una Malaca que tenía como centro principal las inmediaciones del actual monte de Gibralfaro y la Alcazaba, con un modesto puerto entre la Coracha y la Aduana y pegadas a la costa, piletas y piletas de pescado en fermentación que darían a nuestra ciudad un aroma, dejémoslo en indescriptible.
El Teatro Romano, el foro, un posible templo a Augusto y un gimnasio para atletas eran algunas de sus principales atracciones y en la actual plaza de Félix Sáenz, venta de mercancías colocadas alrededor de un palo clavado en la tierra (era la sub-hasta, de donde procede la palabra subasta).
La maquinaria del metro no sólo nos ha devuelto unos restos que muy pronto volverá a tragarse la tierra, de paso ha sacado a la luz un pasado mítico y remoto, con olor a salsa de garum, una Málaga en la que el mar era un poco más joven y perfilaba una ciudad romana que ni siquiera aventuraba el significado de la palabra Andalucía, ni mucho menos el de turismo sostenible. No se puede tener todo.
Cumbre futbolística
El mérito del Real Madrid, más que en su juego, está en su presupuesto. El Málaga merecía ganar a los blancos sólo por eso, para dar un poco de emoción a la Liga de las Dos Estrellas. Otra vez será.