El reciclaje más veloz se encuentra en Málaga

9 Ago

Que en Málaga el reciclaje funciona pudo comprobarlo hace unos días una pareja de recién casados, que ha plantado sus reales en la calle de la Victoria.

El joven marido, adicto al síndrome de Diógenes (en su etapa inicial de acumulación irracional de objetos y papeles en cajones, baldas y armarios), fue conminado por la mujer a soltar lastre, así que, en su nuevo papel de criatura obediente, el marido se despojó de una montaña de objetos inútiles, a fin de que la pareja pudiera tener acomodo en el ex piso de soltero.

Empezó por una pequeña televisión y continuó con montañas de libros de escaso impacto en su alma lectora, varios rascacielos formados con discos compactos, así como bolsas de ropa, conservada por motivos sentimentales, pues camisas y camisetas de hace 20 años difícilmente pueden estar de moda (o en un estado de conservación «ponible»).

Con todo este material «sentimental» fue dando viajes hasta un grupo de contenedores cercano, pero intuyendo que no haría falta reciclar el contenido, depositó televisor, ropa, discos y libros en un sitio visible.

Su intuición fue muy certera porque a los pocos minutos observó cómo los objetos volaban. El televisor fue lo primero en «teletransportarse», le siguieron los cedés. De hecho, una señora le pidió permiso a este recién casado para llevárselos, «y así los vendo en el rastro». La montaña de libros, en lugar de ser enviada al contenedor de reciclaje de papel, terminó en manos de un par de transeúntes, con destino a las librerías de viejo de Málaga. Por último, también la ropa del año de la polka desapareció con fines «rastreros» (en el buen sentido).

En resumen, todos esos trastos amontonados durante años, con el único afán de conservar en propiedad el mayor número de cosas (también llamado el síndrome de las urracas parlanchinas) se topó con una segunda vida en cuestión de minutos.

En tiempos de crisis, el reciclaje ciudadano en Málaga funciona mejor que el metro de Tokio. Tomen nota otras capitales.

 La nota

En un restaurante de la plaza del Teatro Cervantes, la dueña, con mucha coña marinera, ha dejado para sus clientes una nota en la que explica que se ha ido de vacaciones a las islas Seychelles, para poder atender al regreso de forma magnífica a los clientes.

La dueña cuenta también que, de paso, ha hecho un desvío a las islas Caimán para dejar todo el dinero ganado con el negocio. Arriba el optimismo.

Tuberías y medallas

La rotura de una tubería el pasado miércoles en la calle Granada dejó un efluvio en esta zona turística que los más expertos describían como «mierda retetiná», con perdón.

Contemplando esta conjunción de zanjas veraniegas por todo el Centro Histórico, vecinos y comerciantes recogen firmas para que los políticos que autorizaron las obras en julio y agosto reciban la medalla al Mérito Turístico. No es para menos.

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