La conexión venezolana y los coches abandonados

26 Jul

La calle Venezuela, frente a la playa de las Acacias, y muy cerca del arroyo Jaboneros, parece llevar el mismo destino incierto que el país hermano, gobernado por el botarate bolivariano.

Calle sin salida, cuando se aproxima el verano los fines de semana acoge (todo lo que puede) la invasión playera, y en más de un momento se echan en falta los servicios de Nils Holgersson, el niño que volaba en un ganso salvaje, para poder driblar el caos del tráfico.

Pero además, durante todo el año y vista la «pujanza» actual de España, en la calle hay una oficina de la INEM que por desgracia está a reventar, con lo que eso tiene de desgaste para sus usuarios, y para la calle, que recibe sin parar coches y también más basura.

Sólo las catas arqueológicas han determinado la última vez que esta calle fue baldeada, y el resultado entronca con los fenicios, cuando esta zona de Málaga, probablemente, estaba bañada por el mar.

Un portavoz vecinal comenta que, tras mucho insistir al número de rigor del Ayuntamiento, se han producido algunos «barridos», con la sorpresa de encontrar luego entre coche y coche, la misma acumulación de porquería de siempre. Calle con numerosos jardines y árboles de gran porte, entre ellos unas casuarinas cuyas copas se pierden entre las nubes, los conductores deben sentir una sensación de pasar por un «mullido colchón», producido por tanta hoja.

Otro problema «venezolano» es que aquí se depositan de cuando en cuando los coches que algunos quieren perder de vista. En la actualidad, según explica el portavoz vecinal, hay tres coches abandonados, entre ellos una furgoneta (más de ocho meses en la estacada) y un coche que ya va por año y medio.

No estaría mal que, ahora que la calle está «a pleno rendimiento», recibiera una limpieza a fondo, también limpieza automovilística. Igual que Venezuela se merece otro presidente, también la modesta calle Venezuela necesita un futuro mejor y si es posible, inminente.

Tesón en el calzado

Una medalla al tesón comercial merece ese abuelo que, acompañado por su nieto, fue a una zapatería y consiguió que le cambiaran un zapato adquirido allí mismo hacía 15 años.

El hombre conservaba el tique de compra y el argumento que utilizó fue el siguiente:?«A ver si usted me soluciona este problema, estos zapatos están sin usar y no me sirven porque el pie se me ha ensanchado con la gota». Ni Imelda Marcos, famosa coleccionista zapatera, lo haría mejor. Después de 15 minutos «calentando» la cabeza al dependiente, nuestro protagonista consiguió el objetivo.

Adaptación

Comenta un lector que le llamó la atención el gran número de tatuajes que lucían en las piernas, algunos con caracteres chinos, los jóvenes marengos- hombres de trono de la Virgen del Carmen en Pedregalejo y El Palo. Los tatuajes siempre han sido muy marineros y se adaptan a los tiempos.

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