Un detalle que simboliza a la perfección el estado de somnolencia de las administraciones lo tenemos en las dichosas planchas de conglomerado combadas y desmenuzadas, algunas de las cuales todavía persisten en la calle Alcazabilla, junto a los jardines de Ben Gabirol.
Los lectores más pacientes sabrán de qué hablamos porque esta sección lleva muchos meses pidiendo su sustitución. Lógicamente en vano.
No caerá esa breva, aunque «sí cayó» hace unas semanas (a finales de mayo) una señora mayor, como tantos malagueños y turistas que han tropezado en este pasillo cutre e inadmisible.
Por fortuna, las obras de pavimentación de la calle han ido arrinconando este penoso espectáculo, que ahí continúa, impasible el ademán, no así los tablones, que se mueven más que los precios.
Ignoramos si algún responsable del Ayuntamiento ha tenido tiempo en estos meses de percatarse de los tablones. Todo apunta a que no ha sido así, es más, como si de un tebeo de Pepe Gotera y Otilio se tratara, nuestro Consistorio ha preferido dejar en el olvido este pasillo, en su día con una treintena de tablones, que han terminado resultando de vergüenza ajena.
En estos tiempos en los que a nuestro Ayuntamiento se le llena la boca con el mantra de que Málaga debe ser «un referente internacional» y perseguir «la excelencia», sería excelente que algún alcalde, concejal, director de distrito, director de área, «encargao» o cargo de confianza con un sueldo con el que nunca llegará a pobre se pateara este rincón olvidado de la calle Alcazabilla. Ya saben, a veces, hasta que uno no se da de bruces con el problema no cae… en la cuenta.
Y como quizás no todos nuestros responsables políticos estén impregnados del amor por la lectura, acompañamos el artículo de hoy con una foto ilustrativa, bien grande, del selecto enclave. Que por nosotros no quede. Ánimo.
Fisiologías
El área de Medio Ambiente ha multado con una sanción que podría llegar a los 750 euros a cierto Francisco Javier, por «satisfacer las necesidades fisiológicas» en mitad de la Puerta de Antequera, a eso de las cinco de la mañana de una fría noche de diciembre. Curiosamente, cierto Antonio Manuel hacía lo propio la misma noche, 20 minutos más tarde, en la calle Molinillo del Aceite.
Hay miles de malagueños que todavía consideran el Centro Histórico un gran váter al aire libre (con perdón), en el que pueden hacer (y hacerse) de todo.
Estas multas, más que merecidas, confiemos en que corten de raíz «las ganas fisiológicas» de los infractores. Desde el punto de vista médico-legislativo, las multas actúan igual que un Fortasec o unos pañales absorbentes. También fue multado con la misma cuantía otro nombre compuesto, Francisco José, esta vez por arrojar a la calle Hamlet, en diciembre y amparado en la oscuridad de la medianoche, todo tipo de residuos. Que siga este trabajo punitivo-educativo. El Centro se lo merece.