Deforestación en la selva malagueña de las palabras

18 Jun

Hay palabras malagueñas que se están perdiendo porque designan una realidad casi desaparecida. Las palabras, ya se sabe, aparte de que se las lleve el viento son como una tribu del Amazonas, que un día dejamos de verlas y de ellas no quedan ni las cerbatanas.

En la selva del lenguaje también se producen súbitas deforestaciones que sólo no nos dejan «sonidos chamuscados». Un caso muy peculiar lo tenemos con la palabra chavea. Importada directamente del caló y que significa «muchacho», chavea vivió su época dorada de vigencia durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, cuando designaba en su mayoría a esos chiquillos de clase baja que pululaban por la calle y que forjaban su personalidad a pedradas en el cauce reseco del Guadalmedina.

Por otro lado, los chaveas copaban todos los trabajos, por duros que fueran, y transmitían la imagen de adolescentes duros, acostumbrados a realizar todo tipo de esfuerzos, una suerte de héroes dickensianos, mezcla perfecta entre David Copperfield y el ladronzuelo Oliver Twist.

Ayudó a reforzar la popularidad de esta palabra, ya metidos en los años 40 del pasado siglo, el suplemento semanal Chaveas, que publicaba el diario La Tarde.

Tenía chavea un componente de picaresca que le convertía en una palabra muy atractiva y como sabrán muchos de sus usuarios, de muy fácil rima. A este respecto, tenemos esa inmortal frase, muy alejada de cualquier glamour: «Chavea arza (sic) la pata y mea», remate sonoro de muchas discusiones, del mismo tono sarcástico que «por aquí se va a Madrí».

Pero esos niños de clases bajas, denodados trabajadores y al mismo tiempo gamberros, casi han dejado de existir. A la prohibición del trabajo infantil y la extensión de la educación hay que sumarle la llegada masiva de motos o «amotos», que han motorizado a nuestros antiguos chaveas.

La sociedad ha cambiado tanto, que desde hace años tenemos un sucesor de este término, con la diferencia de que con esta nueva palabra se elimina todo tipo de complicidad con los designados. Nos estamos refiriendo a niñato, término genérico con el que en Málaga se denomina al adolescente malcriado que suele «tenerlo todo» en la vida y que en lugar de cabeza para pensar tiene una meolla con la que comete todo tipo de tropelías. Son auténtica carne de programa del corazón.

En Málaga los chaveas dejan paso a los niñatos. Que alguien me explique qué es lo que ganamos con el cambio.

Paseos y libros

Y?seguimos con las palabras, en este caso de cariño para el médico malagueño que durante los últimos años se convirtió en indispensable para José Saramago, que ayer falleció.

Gracias a su dedicación, el Nobel de Literatura portugués pudo disfrutar de la vida mucho más tiempo del que podían anunciar sus dolencias. De paso, los dos forjaron una bonita amistad repleta de paseos y libros.

Hoy va por don José, que en paz esté, y también por Luis, un médico como hay pocos.

Una respuesta a «Deforestación en la selva malagueña de las palabras»

  1. Un muy hermoso texto, Alfonso. Donde pones el ojo pones la piedra, como se decía antes, y tómese aquí lo de “piedra” en su sentido más honorable, que es el que deriva del “sobre esta piedra edificaré…etc.”
    Chavea. ¡Qué nostalgias despiertan algunas palabras! Muchos de tus escritos son real y verdaderamente un modo elegante y culto de “memoria histórica”, de manera que se irán haciendo, merced a las hemerotecas, materia de estudios serios para un futuro que esperemos sea mejor.
    Gracias por tus escritos, y enhorabuena

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