La historia de la placita de César Álvarez Dumont

18 May

Da la impresión de que la furia constructora malagueña hizo un alto en Puerta Blanca, y en este rincón de la Carretera de Cádiz se impusieron algunos criterios de calidad de vida y raciocinio que brillaron por su ausencia en gran parte del distrito.

En Puerta Blanca no se optó por levantar un hormiguero más sino un barrio con calles amplias y espacios para plazas y jardines, algo que sorprende cuando comprobamos que fue levantado entre 1966 y 1972, una época en la que la barbarie constructiva estaba en plena forma y ya se preparaba para el segundo ‘round’ de los fatídicos años 70.

La explicación está en que fue concebida como una zona residencial para uso turístico, aunque terminó siendo un barrio más de Málaga con vecinos llegados de toda la provincia.

Entre los 9.000 metros cuadrados destinados para zona verde nos detendremos en la que hoy es la plaza dedicada al pintor César Álvarez Dumont. En 1987, los vecinos de los portales del bloque Biznaga decidieron transformar el terrizo que tenían delante en una plaza digna del nombre. Para ello, se juntaron un grupo de vecinos con manejos en la albañilería y se dedicaron a recoger todo tipo de azulejos y mosaicos que encontraban. Fue una labor colectiva que transformó el suelo de la plaza en un ‘sueño de Gaudí’, un precioso batiburrillo de colores, con las que hicieron figuras de todo tipo.

Además, gracias a estos vecinos se aprovechó para dar la bienvenida al césped y las plantas, divididas en parterres con ‘defensas’, para evitar el pisoteo.

Manolo Millán, de 88 años, es uno de los vecinos que participó en este bonito trabajo colectivo y todavía conserva una placa de agradecimiento del Ayuntamiento. Según enseña, la placita se comenzó a remodelar el 20 de mayo de 1987 y estuvo lista el 30 de abril del 90. El jardín tenía además su pozo, del que los vecinos se surtían cuando escaseaba el agua.

Hace unos ocho años, cuando el Ayuntamiento de Málaga ya se hizo cargo de todas las zonas verdes de la barriada, se aprovechó para cambiar el aspecto de la plaza. Hoy cuenta con palmeras y brachichiton y un parque infantil muy hermoso, pero es lógico que muchos vecinos echen de menos la plaza que ellos mismos construyeron.

Un detalle sí que echan de menos de veras y son esas verjas que impedían el paso a los jardincitos. Hoy, señalan los parterres pisoteados por los niños, aderezadas con las ‘cacas’ perrunas de rigor y piden al Ayuntamiento un ‘regreso al pasado’ que contenga a los ‘pisantes’.

Si algún día esta sección da con fotos de la plaza antigua, las mostraremos en el periódico, esperemos que en color. Seguro que le encantó a alguien tan amigo de los pinceles como Álvarez Dumont.

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