Los periodistas deberíamos llevar un termostato para cuando desprendemos demasiado calor en los debates
Tengo la impresión de que, entre tantas novedades tecnológicas debería presentarse ya un ‘periodista Siglo XXI – década 3ª’ dotado de una especie de termostato. El artilugio nos avisaría cuando superamos dos límites: el de excesivas bondades de las propuestas que defendemos y el de exceso de críticas a las propuestas ajenas.
Tengo la impresión de que Elvira Lindo ya ha merodeado varias veces este tema y yo también le anduve alrededor. Y esto nos lleva a una cuestión previa: ¿qué pintamos los periodistas que escribimos en medios que no son de ninguna gran ciudad (me refiero estrictamente a los metros cuadrados y los habitantes)?
Me temo que en Madrid o Barcelona se nos lee solo si hablamos de nuestras ‘cositas’ locales. A menos que contemos con un pedazo de grupo terrorista o algo parecido. Si nos metemos por otros berenjenales habrá que ir pertrechado de credenciales como para ser como mínimo …¿qué podría servir? A mi se me ocurrió acreditar 60 años de periodismo y parece que no funcionó.
Visto lo poco que pintamos tomamos una decisión drástica: considerarnos hacer lo mismo que durante los últimos 60 años y decirnos, como Carmen Maura en aquellos lejanos años… «chicos, vosotros valéis mucho».
¿Y el invento del termostato? Es que muchas veces nos pasamos de revoluciones y viene bien que podamos frenar y mirar atrás y a los lados. Un ejemplo: muy sueltos de cuerpo algunos hemos puesto a Rajoy de tonto o de idiota. Y luego, en momentos difíciles, actuó con inesperada habilidad. Hay quienes siguen pensando que calladito está mas guapo y que manteniéndose en silencio al final la suerte juega a su favor. En fin, que no tiene sentido menospreciar a nadie con tanta ligereza.
¿Solo para eso sirve el termostato? Tiene una función principal: contribuir a restablecer un diálogo más tolerante. Pero hay más cosas. Una protesta parecida viene de Ayaan Hirsi Ali. Reconoce que ella también cae en la intolerancia pero lamenta que Occidente se deja atrapar por el discurso de un Islam pacifista. Como religión ella considera que las enseñanzas de Mahoma llevan a la ‘llamada’ de Alá y por ese camino se llega a la ‘guerra santa’ (a la famosa Jihad). No cree que haya otra interpretación… ¿y el diálogo? Quiere sostenerlo a toda costa… Ahí surge una inevitable contradicción… ¿dialogar con los que solo ponen bombas?
¿Tolerancia con los intolerantes? Insiste en un gran debate. Pero ella también llevaría las respuestas hechas. En fin que sus respuestas no le van a valer para un debate abierto.
No toma consciencia de algo que parece quedar a la vista: que el Islam avanza imparable hacia la celada que le preparó Occidente. En el programa de este siglo está marcada como la ‘guerra de civilizaciones’.
Pero ella también trae su mensaje: la religión islámica ‘es’ violenta. Y puede esta yendo en la dirección mortal porque ella misma busca ese final.
¿Dónde podría entrar el diálogo? No viene en el guión de Huntington ni en el de la Jihad.
Ambos’ejércitos’ a punto de volver a chocar siguen preparando sus armas, quieren seguir la pelea. ¿Alguien quiere y puede pararla?
En occidente parecemos muy entretenidos llevándolo todo al terreno de la filosofía. Pero es más que eso: es una lucha de supervivencia. ¿Alfanges contra nuevas tecnologías? O misiles nucleares contra bombas atómicas ‘convencionales’?
No lo sé. No quiero pensar más en esto. Como decía un hijo postizo muy querido… «si pienso más en esto me duele mucho la cabeza»…
¿Y el termostato?
También me duele el termostato.