La deriva que ha tomado el periodismo nos lleva a una sociedad que impone en todos lados el mismo ‘patrón’
El periodismo ha devenido en un oficio con dos funciones que parecen darle una nueva forma y precisar más sus derroteros como actividad social. Los ‘grandes’ (léase los asociados directamente al poder) se dedican más que nada a crear revistas y todos, en general, a hacer reverencias al mundo del dinero, como lo han hecho casi siempre pero con más intensidad y probando todos los modos de la seducción. La actividad principal es esta, junto a otra que parece totalmente distinta y sin embargo puede resultar la más importante… una y otra son complementarias en realidad.
Como siempre, todo se ‘ve’ mejor si bajamos de lo abstracto a lo concreto. Uno de los periódicos líderes no deja de editar nuevas publicaciones dedicadas a la ‘buena’ mesa, la moda, la riqueza (en todas sus formas), los coches de alta gama (también los ‘medianos’ venidos a más), las joyas, los relojes ‘’enjoyecidos’, etc, etc. Cada uno de esos ‘ítems’ tiene variados compartimientos.
Para los que tenemos el hábito de la pobreza (no la extrema, que es la real y verdaderamente temible, claro) ver desfilar 4 o 5 páginas enteras, cada una con propaganda de un reloj distinto, resulta asombroso… ¿Cómo un simple reloj, después de abaratarse hasta valer unos pocos euros, se ha revalorizado hasta cientos de euros en un santiamén?
Hay otros misterios similares. ¿Cómo un actor/actriz de prestigio o un deportista consagrado pueden degradarse hasta anunciar una marca de ropa en medio de una entrevista que supuestamente obedece a sus méritos profesionales?
Cuando se leen polémicas sobre la supervivencia de la sociedad capitalista me da la sensación de que no son las masas las que no han ‘entendido’ el proceso, sino los expertos, los que dan cátedra… siempre atentos a los esquemas teóricos y alejados de los hechos cotidianos. La sociedad capitalista es nuestro modo de vida y nunca ha dejado de serlo, ni siquiera en plena revolución rusa o en la China de Mao. Todos eran ‘preparativos’, procesos adaptativos, movimientos históricos de acomodación a una nueva realidad que nunca llegó.
Ahora vivimos cómo las ‘masas’ (a las que pertenecemos incluso los que creemos ser ‘elites’) se adaptan a las formas que el capitalismo les impone. Están previstos incluso los escapes de tensión, como lo son estas mismas líneas o un artículo publicado en estos días sobre Primark, que se ha ganado un lugar en las guías turísticas, al punto que el periodista concluye que Madrid no tiene un Primark sino que Primark es la que tiene «un Madrid».
Visto desde otro ángulo: el capitalismo no está en trance de desaparición sino que se expande dentro de nuestra sociedad metiéndose en las mismas tripas.
En algunos sitios ha penetrado más rápida y en otros más ampliamente pero en ningún lugar aparece ‘en retirada’.
La cobertura de este crecimiento avasallante es hábil: se presenta casi siempre como una cuestión ‘cultural’ o bien deportiva. De ahí que las modas nazcan a veces junto al deporte de elite y las fiestas de ‘sociedad’, que parecían cuestión del pasado, han reverdecido.
Ahora quien no se apunta a un torneo deportivo o no lo sigue con sumo interés es un ‘retrógrado’ o simplemente una persona de otra generación, que no puede entender los ‘nuevos tiempos’. Después de todo las nuevas tecnologías no están al alcance de todos y quienes las dominan disponen de cierta ventaja.
El periodista Rubén Amón ha recordado en estos días que para Humberto Eco el «sueño del capitalismo perverso es el de personas consumiendo y controlados a la vez». Quizás el punto está en que no es un sueño perverso sino simplemente un sueño del capitalismo. Hace ya tiempo decíamos que el capitalismo salvaje es el único que hay. Y es probable que tampoco haya otro que éste, perverso.
Dice Amón: «no hay mayor arrogancia que creerse uno ajeno e inmune» a este funcionamiento que es el patrón que rige toda la sociedad.