Se habla de negociar mientras se afilan los ‘cuchillos’ de la represión. Y sin embargo no queda otra salida que negociar, por más que solo decirlo ya resulte aburrido
Como persona siempre vinculada al mundo de la política pero nunca político, me resulta extraño declarar que estoy aburrido de un tema porque habitualmente todas las cuestiones políticas me interesan. Se trata, como adivinarán, de las cuestión de la independencia de Cataluña, Me he llegado a aburrir a fuerza de declarar la independencia sin declararla, de hacer referendums sin urnas ni censos, de la uniformidad con que se trata el tema tanto de un lado como del otro…. Y ahí es donde aparecemos particularmente involucrados los periodistas.
Quizás incluso pueda pensarse que alrededor de todos esto lo más importante no es la independencia si o la independencia no, sino esa misma uniformidad. Como aquel cateto al que un guardia de fronteras veía pasar todos los días con una carretilla vacía y se la hacía dar vuelta y hasta quitar y poner las patas en angustiosa búsqueda del contrabando, porque estaba seguro de que el cateto pasaba contrabando por delante de sus narices; finalmente, pactó con el de la carretilla que no le molestaría para nada ni le impediría seguir con su tráfico fronterizo con tal de que le dijera, de verdad, lo que estaba contrabandeando. El hombre respondió la verdad: carretillas.
En este caso lo que se está contrabandeando es pura y simplemente la verdad. Cada bando se va envolviendo en sus propias mentiras y ya es tarde para zafarse de ellas. Podrá decirse que independencia si, independencia no, son algo muy concreto: se consigue o no se consigue. Pero no es exactamente así. De esto que está ocurriendo no sale una conclusión clara y definitiva. Todos la quieren (independencia si, independencia no) pero nadie la consigue porque cada uno vive atrincherado en sus medias verdades y necesita de ellas. El ‘president’ es rehén de sus apoyos y Rajoy vive haciendo equilibrios, arrinconado por sus propios votantes y por sus opositores que ven la que quizás por ahora sea la única brecha para intentar desalojarlo.
Los independentistas se basan en algo absolutamente irreal: que van a independizarse mediante una negociación razonable. España no puede permitirse que Cataluña se desgaje. Así de sencillo. De aceptar la segregación España perdería considerable parte de su peso en Europa y su ya débil influencia caería en picado.
Por otra parte, el gobierno y los llamados españolistas no pueden aspirar a contener la agitación independentista sin renegar de la democracia puesto que en Cataluña una mitad de los ciudadanos desea la independencia, de modo que superarlo supone vencerlos en buena lid democrática. Hay que tomar en cuenta que cuando se produce una división tan tajante en una sociedad que queda prácticamente escindida en dos mitades ya no tiene mucho sentido contar votos. Hay que buscar una fórmula de convivencia que debe apoyarse en un reparto de poder.
Nada de esto se ha hecho hasta ahora. Vale decir que las propuestas de debate solo han sido ‘para la galería’.
Estando los ánimos tan enconados parece tarde para sentarse a negociar. Y sin embargo sigue siendo la única alternativa realista.
Existiendo un único camino y una cerrada negativa a emprenderlo es cuando empiezan las repeticiones y se desemboca en el aburrimiento. O, lo que es mucho peor, en las actitudes maximalistas que muy rápidamente desembocan en ‘pedir sangre’, mertafóricamente… pero a veces no solo metafóricamente. Se cae en el “que se vayan’ o en el ‘no son españoles’, o bien en el ‘fascistas’ o neofranquistas que , en la simplificación tipo red social, se confunde muy pronto; muchísima gente cree sinceramente que ambos términos significan lo mismo. Es una técnica que anula cualquier polémica; al modo de las simplificaciones matemáticas, derecha igual PP,igual neofranquismo,igual fascismo, etc; y del otro lado, república igual comunismo o anarquismo, igual Podemos o socialistas, igual ateísmo, etc.
Tales simplificaciones ayudan mucho a quienes creen analizar la realidad cuando solo la están disolviendo para no verla.
Así se llega al aburrimiento y por el mismo camino, felizmente muuuuuuuucho más lejos, a la Guerra Civil.