Al fin el proceso catalán está poniendo en crisis a toda España. Se puede acusar a los nacionalistas catalanes de empecinados pero no lo son más que el propio Rajoy
Es frecuente que las situaciones de crisis dejen a la vista las debilidades. La indudable crisis derivada de la ofensiva del independentismo catalán está desnudando varios estados de extrema fragilidad. Uno de ellos es el del propio Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno no ha podido lograr su máxima aspiración en este trance: dar una imagen de funcionamiento democrático. Se aspiraba a dar más o menos la sensación de moderno desenfado de aquella jovencita: «viene usted a manifestarse por la independencia de Cataluña? Siga usted esta calle y en el segundo cruce doble a la derecha. Allí hallará un colegio. Seguramente no encontrará todas las comodidades, papeletas, el ‘cuarto oscuro’ y demás. Pero tenga en cuenta de que se trata de un referéndum ilegal». «Para nosotros –prosiguió la joven, sintiéndose ya portavoz de todo el Gobierno– lo importante es que la gente comprenda la esencia de la democracia. «Se refiere usted a la votación?»–, intervino el caballero. «No exactamente», respondió la joven, que se tenía bien aprendida la lección. «Cuando se piensa en la democracia hay que entenderla en su versión más moderna y que va a la esencia misma del Sistema». Como para alentarla, el caballero dijo «qué interesante». Y ella se sintió más segura: «Esa manera de entender la democracia es anticuada y ya no se puede comprender cabalmente porque el sistema democrático supone unos representantes que asumen las responsabilidades. No se trata de que una lista votada por un ciudadano más que las listas rivales ya adquiera una serie de derechos y se la ponga por encima de todas las otras».
Aunque con cara de asombro y expresión desconfiada, el caballero empezó a decir «… nunca me lo habían explicado así…». Pero ni pudo decir más porque se había juntado una pequeña ronda de oyentes y de ella emergió la voz de otro señor que seguía atentamente la charla. Después se supo que se llamaba Arcadas. Apoyó calurosamente los argumentos de la muchacha pero en un tono mucho más violento y a voz en grito. «Yo no estoy hablando solamente de democracia –dijo– sino de todo lo que ella garantiza, los valores de la paz, la ley y la fuerza». De la ronda salieron esta vez varias voces pero una se impuso: «En democracia la ley es lo que vale».
Pero el otro orador improvisado dijo rotundamente que los catalanes «trataron de hacerse con el control de un territorio mediante la fechoría de un supuesto referéndum, supuestamente democrático». La pequeña audiencia se dividió:
Unos parecían querer agredirlo físicamente y otros dejarlo hablando solo. Pero la discusión subió tanto de tono que se olvidaron de tomar una decisión y cada uno optó por seguir su propio camino: unos se retiraron, otros formaron corros más pequeños y repitieron allí sus mismos argumentos y otros más se restregaban los ojos como si no pudieran creer que el sujeto Arcadas fuera real.
Para reconfortar a la pequeña peña improvisada alguien recitó el texto de una información llegada por un móvil: desde varios países llegaban condenas a la actuación de la Guardia Civil, mencionando la alta cifra de heridos. Entre tanto,y aunque ya pocos le prestaban atención, el señor defendía la actuación de los cuerpos policiales nacionales. En cuanto a la actitud de los Mossos de Escuadra, los tachaba de desleales. Pero al poco rato parecía que alguien hubiera anunciado que la función había terminado. Todos se iban en distintas direcciones. Como si hubieran visto un ‘ovni’, andaban con la mirada perdida. Se retiraban con la sensación de que estaban observando algo irreal.