Las primarias del PSOE han supuesto varias decisiones importantes que van mas allá de la designación de Pedro Sánchez como secretario general
Ahora que los afiliados socialistas han tomado una serie de decisiones vitales quizás haya que plantearse el presente y el futuro de este país de otra manera. Hay quienes creen que lo único que decidió la militancia del PSOE es que Pedro Sánchez sea el nuevo secretario general, algo que, efectivamente, fue votado por una mayoría abrumadora. Pero con ese pronunciamiento han quedado definidas otras varias cuestiones. Por ejemplo, los militantes socialistas han decidido liquidar el bipartidismo. En este ‘nuevo’ PSOE no hay lugar para el vergonzoso sitio de patéticos sostenes del régimen de Rajoy. También han perdido el temor a que les hurten la bandera y los símbolos que les han caracterizado a través de la historia, lo que puede parecer algo anecdótico pero no lo es: representa una reconciliación con su pasado pero quizás obligue a definir hasta dónde la historia les condiciona para su actuación como partido ‘refundado’ para recuperar, al menos en parte, el protagonismo perdido.
Hay, sin embargo, algunas definiciones importantes que delimitan el camino a seguir en esta recuperación del pasado, como el paso a situación de ‘retiro’, real y no como parodia, de los señores González, Guerra, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba y algunos personajes que han sido sostén o ayudas de cámara de estos actores principales, desde puestos o misiones de líderes regionales, ministros o altos cargos.
No sé cómo rematará esta faena el señor Sánchez. Puede organizar un ‘entierro’ con un cortejo fúnebre bien decorado o bien limitarse a no darle espacio a estas ‘viejas glorias’ para que dejen de cruzarse ansiosamente en el camino del PSOE ‘refundado’. Este final de ‘celebridades’ agotadas (tan desbordantes de ambición que, como Aznar en el PP, han creído y tal vez siguen creyendo, que el PSOE les necesita) es el que ha dejado una incógnita sobre este nuevo camino que parecen tomar los socialistas: ¿se atreverán los derrotados a intentar crear un partido socialista paralelo?
Si se animan a enfrentarse con Sánchez pese a la amplitud de la derrota del ‘susanismo’, será un modo evidente de echarle un cable a los populares y esto les abre un pequeño espacio donde cobijarse pero limita drásticamente cualquier intento de recuperar un auténtico protagonismo. Por mucha cancha que les ofrezcan, el narcisismo de Rajoy enviará a los antiguos jefes socialistas al rincón de los objetos de museo.
La otra cuestión que se ha convertido en estos días en fuente de especulaciones es la influencia que el resurgimiento de Sánchez tendrá sobre la evolución de Podemos, cuyas últimas actuaciones dejan ver una debilidad estratégica nacida, una vez más, de la carga de ansiedad con la que se viene manejando desde hace ya un tiempo Pablo Iglesias. Tras aquel periodo de silencios y contradicciones, cuando Podemos tuvo que afrontar un gran recorte en el apoyo popular en las urnas que había esperado, vino una etapa con aspecto de reacción visceral, que parece prolongarse hasta el presente. La táctica de Iglesias, dirigida de modo evidente a tender una trampa al PSOE para obligarlo a participar, como ‘segundo de a bordo’, de la moción de censura a Rajoy, parecía diseñada para una victoria de Susana Díaz. De haberse producido el triunfo del ‘susanismo’ a Sánchez le hubiera quedado la opción de mantener su línea frontalmente anti PP pero afrontando algo que no parecía estar en sus planes: ser él quien rompiera al PSOE. Lo hiciera o no, Iglesias y Podemos hubieran quedado al frente de esas sumas anti PP que no podían desalojar a Rajoy sino solo mostrar un ‘polo’ opositor donde el PSOE no fuera la fuerza dominante y, por tanto, Iglesias tuviera un nítido liderazgo.
Toda esta última etapa de Iglesias, que fue también la de la ruptura con Errejón, lo va dejando en una posición cada vez más débil y va desgastando el papel que Podemos venía y viene reclamando como alternativa a Rajoy. Esta involución podemita viene ahora a encontrarse con la ‘resurrección’ de Sánchez. Esto, que a primera vista es un paso importante para desalojar al PP, se está convirtiendo, en la práctica, en una mayor rivalidad, que puede terminar en distanciamiento y hasta en ruptura. Si este proceso contribuye a reforzar al PP, la persistente acusación de exceso de ambición, que se ha dirigido tanto a Iglesias como a Sánchez, adquirirá una nueva dimensión y se convertirá en gran ‘argumento’ para Rajoy y sus aliados.