El futuro ya está diseñado por la AI (Inteligencia Artificial), pero los expertos no suelen poner en primer plano una cuestión vital: dónde se ‘aloja’ el poder. ¿Hace falta algo más peligroso que un Trump, un Putin o la estupidez ‘natural’ de quienes están en la ‘cúspide’?
En el mundo paralelo en que vivimos, el de una realidad filtrada por los medios de comunicación, la AI, Inteligencia Artificial, tiene un importante papel. Una de las misiones principales de los filtros es la de señalar caminos a seguir y caminos a evitar, con la fundamental misión de encauzarnos… Y esto no solo supone darnos una disciplina para seguir determinadas consignas (y rechazar otras), hablando de las grandes magnitudes (digamos, lo ‘macro’), sino también con las infinitas parcelas de la realidad cotidiana, por dónde se podrá (se puede ya) cuantificar el consumo de todo, absolutamente todo. Excepto, claro, lo estadísticamente despreciable. Yo, tal vez y a modo de ejemplo: ni tengo ni veo TV, no me apunto (ni me entero) a las constantes propuestas de los hiper o las compañías de telefonía. Tal vez por algún lado me la estén colando y ya ni me doy cuenta. Vacunas tengo en uso todas las que he encontrado: no me interesa el fútbol, atiendo por una única vez a algo que al parecer está de moda: presunta noticia, música, lectura, culo, juego, palabra… No sé. Tapono cualquier grieta que veo por ahí. O sea, que para ‘mis adentros’ soy más empecinado constructor de muros que el famoso señor Trump.
De lo que ‘se mueve’ en el terreno del pensamiento soy un observador precavido y no me fío de las ‘grandes explicaciones’ del mundo ni siquiera cuando vienen de Oriente o cuando parecen basarse absolutamente en la Naturaleza.
Sé perfectamente que todo esto no me sirve para nada. Pero para mi es lo que antes llamábamos ‘una cuestión de principios’. Está a la vista que ya están diseñando nuestro futuro hasta en los menores detalles y ya cuentan, cómo no, con todo el instrumental para inocularlo (seguir inoculándolo) al conjunto de la sociedad en que vivimos. Tal vez sobreviva la figura del ermitaño como alimento de esa respetuosa observación del mundo que está en proceso de desaparición (o de extinción… eso todavía no lo sabemos) para irlo mostrando como espectáculo apaciguador. Una amiga ha estado viendo estos días la película Cuando el destino nos alcance, interesantísima y tétrica proyección de algunas de las tendencias que nos están devorando el futuro. Y me ha hecho recordar que en la película llega un punto en que toca el turno de morir y se acude a una magnífica sala dónde se ven, en gigantesca panorámica, escenas bucólicas que nos acompañan dulcemente en ese trance. Así, la Naturaleza asume su merecido protagonismo pero justamente cuando tanto se la ha dañado y se la sigue dañando.
En la planificación del futuro creo que la herramienta principal es la llamada ‘Inteligencia Artificial’ (AI), porque la planificación del porvenir exige no solo ir señalándonos a los ‘sacerdotes’ del nuevo culto a los robots (‘robó’ suena muy feo… parece que estuviéramos hablando de un ministro de Rajoy), que son los ‘expertos en futuro’. Y ya nos adelantan que tendremos que confiar en ellos porque «la velocidad de las nuevas tecnologías provoca que las brechas en función de las capacidades sean cada vez más grandes». No deja de resultar curioso que, en nombre de la inteligencia, se nos diga que la AI se nos va de las manos… ¿No tiene frenos esa herramienta? ¿la inteligencia artificial se desboca? Sea como sea, estaremos en manos de estos frustrados domadores de la AI y la brecha será tan grande que no habrá ser humano que se atreva a opinar sobre nada sabiendo que ‘ellos’ son los que tienen todas las respuestas.
Stephen Hawking ha dicho que la AI puede traer «lo mejor y lo peor» a nuestras sociedades. Stephen Cave, filósofo, excava más en un escenario estudiado por el filósofo sueco Nick Bostrom, bautizado como ‘explosión de inteligencia’. Puede ocurrir que la AI desarrolle ‘objetivos propios o desencadene alguna catástrofe’ (una pandemia, una guerra nuclear) y apunta: «lo peligroso es que nos confiemos». Y es que el verdadero asombro nace cuando vemos que artículos, libros, entrevistas hablan de inteligencia y especulan sin límites… pero no contemplan dónde comienza a enrollarse este ovillo: la cuestión seguirá estando, como hoy y como en el pasado, en !!dónde se aloja el poder!!
¿Hace falta, acaso, una imaginación tétrica para suponer que el poder –el dominio sobre la AI– caiga en manos más peligrosas que las de Trump o Putin? ¿Habrá que temer más a la Inteligencia Artificial o a la Estupidez Natural de los que están en la cúspide de estas concentraciones humanas que algunos llaman ‘civilización’?