El republicano encarna el mal absoluto. Pero en cierto sentido el Mal ‘es’ el poder, de mil maneras insidiosas. Una auténtica democracia debería controlarlo… Ahí puede estar el ‘secreto’ de los fracasos demócratas
Está claro que hemos dado consistencia carnal al mal… al Mal, con mayúsculas. Se llama Trump y puede ocurrir que hoy mismo, martes 8 de noviembre de 2016, se convierta en presidente de los Estados Unidos. Si eso ocurre, habrá que reciclar la gran operación que sepultó a Trump con una enorme capa de basura. A lo que se añaden, con ese recochineo de los elefantes que se dan esas duchas de tierra y barro, las toneladas de basura que el mismo Trump se echó encima.
Hay que reconocer dos cosas: que vivimos unos tiempos en los que todo se simplifica al máximo, aparentemente con el objetivo de hacerlo comprensible, y que la acusación de ‘simplificación’ se ha convertido en una de las armas preferidas de lo que se nos presenta como ‘diálogo’ político. «Esa es una simplificación»… «ustedes simplifican más que nosotros». «La simplificación es el arma preferida por los populismos, que así pretenden solucionar problemas complejos»… «Ustedes son los que han convertido a la democracia en una pamplina»… etc.
A veces la realidad nos juega malas pasadas. Un periódico de Madrid disparaba toda su artillería contra ‘El lenguaje del odio’: «Cuando se señala al adversario político como indigno –dice– se impide el juego político…» Esto ocurre en la página 16. En la página 17 el escritor chileno Ariel Dorfman descalifica al candidato Trump como «demagogo demencial». La verdad es que el propio Trump se lo pone muy difícil a quien quiera defenderlo, un escuálido ‘ejército’ al que muy pocos se apuntan.
¿Qué hacemos entonces? ¿Decretamos que Trump es la excepción que nos permite todo… descalificarlo con toda clase de insultos amparándonos en que él ‘nos insultó antes’? Hay que recordar que Trump dejó caer que, si pierde, podría salir belicosamente a reclamar la victoria (dando por descontado que su derrota sería el resultado de un ‘pucherazo’). También insistió en meter en prisión a su competidora, la señora Clinton, por esa confusa historia de los correos que la candidata metió en su correo privado, con peligro de filtraciones que hicieran caer datos importantes en manos ‘enemigos’. Los seguidores de Trump suelen corear: ‘a la cárcel/a la cárcel’ ¿Son estos desafíos antidemocráticos suficientes para dejar ‘fuera de juego’ –en nuestro ‘limbo’ moral– a Trump?
Pero a mi modo de ver la cuestión de fondo no es esa. Lo principal, lo que se trata de esconder bajo la alfombra, lo que se está dejando fuera del debate, es lo expandidas que están estas ‘ideas’ de Trump; asumir que el Mal con mayúsculas no puede estar en manos de un solo señor, porque no puede nacer, ni menos expandirse, si no lo alimenta una gran masa de seguidores.
Los ‘fabricantes’ de opinión buscan enemigos feroces en el tercer mundo pero no ven, por ejemplo, el genocidio que está cometiendo Israel; lo detectan muy rápido, sin embargo, en asesinos y tiranuelos muchas veces (a diferencia de los gobernantes del Estado Judío) ocupantes muy fugaces del poder. Esos mismos fabricantes de opinión olvidan muy pronto el brutal ataque de Estados Unidos a Irak o Afganistán, no queriendo asumir que esas impunidades alimentan el ‘nacimiento’ y el crecimiento de ‘líderes’ del tipo de Trump. Los que ven y denuncian el ‘fascismo’ de Trump son los que ven y denuncian ‘fascismo’ en todos lados, dándole esa categoría ideológica a cualquier autócrata o a cualquier gobernante asesino, como el criminal chiquillo que manda en Corea del Norte o el asesino loco que ganó las elecciones en Filipinas .
La fuerza del Mal, con mayúsculas, están en nosotros y forman parte de nuestras sociedades. Por eso se encaraman con cierta facilidad al poder y por eso aparecen en instituciones de todo tipo… ¡¡incluidas las instituciones democráticas ‘por definición’!!
Pero está claro que el Sistema no va a desperdiciar la oportunidad de usar el ‘caso Trump’ para fortalecer a los suyos (tan antidemocráticos como lo son hoy el PP y el PSOE) y ha convertido a Trump, con grandes titulares, en representante de todos los populismos del mundo, para meterlos a todos en la misma hoguera: «Estados Unidos mide la fuerza en las urnas del populismo mundial». Es difícil hacer más trampa con tan pocas palabras. ¿Representará Trump, por ejemplo, al Partido Pirata sueco? ¿O al movimiento italiano ‘5 estrellas’? Se trata de echar, disimuladamente, al mismo fuego, a todos los que se resisten al cada vez más concentrado poder mundial. A ver si algo aunque sea se chamuscan.