Cerca de 100.000 firmas de afiliados al PSOE están pidiendo un nuevo Partido Socialista. Ahora falta saber si Sánchez y sus seguidores serán capaces de plantar cara a la aristocracia de la señora Díaz.
La última ‘salida a escena’ de los socialistas estuvo totalmente condicionada por la obsesión de todos para que no ocurriera nada parecido a la penúltima. Solo faltaba que la señora Díaz y el señor Sánchez recorrieran juntos el salón y preguntaran a cada uno si se sabía bien su papel. A nadie le hubiera extrañado demasiado. No pudo ser porque Sánchez no asomó por allí y porque Díaz no quería que la palabra ‘abstención’ se pronunciara siquiera.
Ahora, muchos militantes socialistas se preguntan cuál papel le corresponderá a su partido en el futuro político de España, en tanto los ciudadanos sin partido o seguidores de otras propuestas políticas se preguntan, más sencillamente, si al PSOE le corresponderá ‘algún’ papel. Está claro que en lo inmediato los socialistas no solo tendrán un rol que cumplir sino que será destacado: serán los que marcarán a los populares la senda que podrán seguir, tal como los guías de las expediciones que se internan por la selva. Porque los populares tendrán que estar pendientes de que el PSOE les acompañe con su voto para hacer ciertas reformas. Antes el juego era el de ‘reparto de roles’. No hacía falta hablarlo: se entendían por señas. Ahora las cosas –se supone– van a ser distintas. Ahí estará regocijándose Podemos, que aspira a sacar partido de todo: cuando haya disputas, subrayándolas; y cuando haya acuerdos, subrayando con más fervor. Y allí estará Ciudadanos, guardián de aquellas 150 medidas que habían pactado y que el PP lleva como un collarín.
Y ahí es donde entra la incógnita: ¿y si el PSOE se rompe y los que reivindican los principios históricos crean un nuevo Partido Socialista?
Porque ahí es dónde puede abrirse ahora un ‘boquete’ que no está previsto: la gran farsa del bipartidismo y el empleo de la mentira como sistema han quedado totalmente al descubierto. ¿Puede, a estas alturas, Felipe González seguir siendo el ‘pater amantísimo’ de todos los socialistas, después de haber sido el descarado gestor de los intereses de alguna que otra multinacional, después de que haya vuelto al primer plano su siniestra actuación con los GAL y tras haber sido el guardaespaldas del ‘rajoyismo’ finalmente triunfante? ¿Puede ser Zapatero el ‘relevo moral’ después de haber sido instrumentalizado hasta para atacar a Venezuela, y tras haberse recordado cuándo el y su gemelo Rajoy fueron a cambiar la Constitución como quien hace una gestión saltándose una cola en el banco y diciéndole amablemente al de atrás… «es solo un momentito y vuelvo»? ¿Qué le queda en pie al viejo PSOE cuando tantas inmoralidades escondidas bajo la alfombra fueron destapadas y toda esa mierda desparramada con un ventilador?
Ese es el verdadero gran daño que esta crisis le hizo al PSOE. Ese, y no Pedro Sánchez, es el desolador ‘paisaje después de la batalla’.
¿No sería lógico, después de todo, que tras haber removido todo eso y que haya quedado tanta repugnancia imposible de lavar, ahora no se pudiera seguir avanzando como si no hubiera pasado nada? ¿Y que no se pudiera asumir este repugnante papel de escuderos del PP con las mismas caras rozagantes y la misma sonrisa –esa que ahora es la sonrisa fruncida de ‘selfie’ fracasado? No se trata de no pronunciar la palabra ‘abstención’ como hace la señora Díaz, creyendo así ahuyentar a esta pandilla de fantasmas (la superstición es la religión más poderosa), sino de asumir que el PSOE está muerto y que si alguien intenta hacerle el boca a boca ese puede ser el menospreciado Pedro Sánchez y no la ‘aristocracia’ de los barones pidiendo permiso para votar ‘no es no’.
Y si el PSOE se quiebra lo primero que va a ocurrir es que Iglesias y Errejón tendrán que dejar de tirarse de los pelos y aprender a hacer oposición con mucha paciencia. Que el manual del populismo siglo XXI todavía está por escribir. Y si algo útil ha hecho Podemos ha sido enarbolar la bandera del populismo cuando aquello de ‘izquierda/derecha’ ya no se lo creen ni Hitler ni Stalin. Entre tanto, la rebelión de Pedro Sánchez encendió una mecha que hoy tiene casi 100.000 firmas… Díaz y su aristocracia miran para otro lado.