Cuando hablamos de desigualdad económica dentro de una sociedad nos dejamos tragedias que pueden llevar a la extinción de pueblos enteros…
Ya hemos comentado que la visión misma del tema se ha invertido: ya no se trata de analizar las desigualdades (su origen, su evolución, como se las puede combatir, etc.) sino de analizar si son positivas para el «progreso general», si son síntomas de otros procesos, incluso uno que amenaza con ser degenerativo: en qué medida la dinámica de esas desigualdades las hace cada vez más dañinas y lleva a nuestras sociedades hacia una injusticia más generalizada y más abarcadora.
La sociología se perfecciona y se traza metas cada vez más ambiciosas pero casi exclusivamente en un sentido cuantitativo. Es un campo de estudio muy difícil porque está difuminado o encharcado por prejuicios políticos. Quienes han querido investigar, por ejemplo, el holocausto nazi en cuestiones tales como el total de las víctimas, generalmente abandonaron tal pretensión o vieron obstruida su labor. ¿Qué es eso de andar averiguando sobre las víctimas? ¿No es suficiente con saber que fueron 5 o 6 millones? ¿A quién le importa si en realidad fueron, por ejemplo, 4 millones? Y es cierto que en términos políticos la cifra total no define ninguna diferencia «moral», por ejemplo.
De hecho, a mí personalmente me asombra la existencia de supervivientes, hijos, nietos, sobrinos, amigos íntimos, etc. que han hecho su aparición durante estos 70 años. Qué poco se ha visto, por contraste, el testimonio de sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaky pese a que no fue una masacre (¿cómo llamarla?) que se ejecutara durante muchos años sino que se produjo en unas pocas horas. ¡Y qué poco se habla de estas víctimas fuera de los aniversarios. Los que cometieron estos masivos crímenes no se ven acosados e interrogados sobre sus tragedias familiares y sus temas psicológicos más íntimos. ¿Quizás por tratarse de responsables anónimos? Pero entonces ¿ por qué Hitler ha asumido históricamente el rol del asesino y no pasó lo propio con el presidente norteamericano, Harry Truman, por ejemplo?
Pero no se trata solo de masacres, genocidios, «limpiezas étnicas», etc. Ni tampoco se trata solamente de acciones de exterminio. Cuando analizamos estos casos,… ¿debemos dar igual trato a las «guerras civiles» jalonadas por crímenes masivos contra los civiles que a los ataques militares cometidos por países con gran poder?
Cada caso es «un mundo», por supuesto. Pero estamos tratando de establecer unos parámetros para contener la violencia «institucionalizada» por las guerras y en ese empeño no podemos dejar en un arcén muchísimos casos «específicos» porque si los apartamos terminaremos por encontrarnos con decenas de «excepciones» y nos volveremos locos tratando de encontrar qué cosas les convierten en casos únicos….¡cómo «igualar» casos tan diferentes y cómo distinguir unos de otros casos tan similares!
Leyendo en estos días unas expresiones de apoyo y solidaridad con tal o cual «pueblo» caemos en la cuenta de que la misma idea de «pueblo» la han ido diluyendo a tal punto que ya no sabemos en cuál «unidad» de agrupamiento de la gente podemos fiarnos para seguir avanzando en terreno tan dificultoso.
Si mencionamos al Sahara instantáneamente vemos muchas cuestiones a debatir: es un territorio del que se ha apropiado Marruecos. ¿Tienen derecho a crear una nación autónoma? Por supuesto que sí. Pero ni la ONU ni los países más poderosos están en condiciones de imponer (o presionar) a Marruecos para que ceda esos territorios.
¿Y si hablamos de Palestina? ¿No está a la vista el abandono por parte de Israel de todas sus promesas de crear «dos estados»? ¿No está esgrimiendo Israel una situación de acoso y peligro que ya no es tal, sino, al contrario, es el Estado judío el que va quitando toda esperanza de vida propia a Gaza y al posible asentamiento de un Estado palestino?
Y así sucesivamente: pueblos rodeados, en peligro hasta de extinción, cuyas perspectivas de un «trato igualitario» son absolutamente utópicas… ¿No son estas situaciones algo así como deformaciones monstruosas de las desigualdades básicamente económicas de las sociedades occidentales?
¿Hablamos de los kurdos, con su territorio tajeado y con alianzas fugaces con países o fracciones enemigas entre sí, que una vez y otras les prometen cosas y les traicionan?
Todo este gran cuadro, del que hemos puesto aquí solo unas pocas pinceladas, forma parte de la terrible y creciente desigualdad que se consolida cada vez más a medida que avanza el siglo XXI. Quizás haya que arrojar a la papelera la caja con todo estos puzzles. Habría que comenzar por un juicio moral. Como si hiciéramos un enorme gráfico de las injusticias reinantes, estableciendo condenas en el nombre de la Humanidad y solo después viéramos quienes se atreverían a respaldar ese implacable juicio… ¿Serviría para algo una especie de Nuremberg Universal del Siglo XXI?