Visto que muy pocos quieren una sociedad más igualitaria, el Tio Donald quiere llevar el modelo actual a sus extremos: que el poder brutal del dinero se manifieste y se ejerza sin tantas dudas ni matices
Cuando los economistas empiezan a hacer gestos de complicidad y a subrayarse los méritos unos a otros tenemos que echarnos a temblar. Hubo un largo periodo en el que dominaron totalmente la escena y allí no se podía ni rechistar: simplemente, ellos estaba buscando el mejor camino para todos. Así, llevaban el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los medios técnicos de las propias Naciones Unidas….Rara vez se producían disidencias entre ellos y terminaban por negociar unos diagnósticos que eran algo así como el parte de rendición de la medicina ante las enfermedades. Algo como lo que dicen que está ocurriendo ahora con la retirada de los antibióticos, cuyo periodo de apogeo parece haber terminado.
De repente, no hace mucho tiempo, los economistas dieron una vuelta a la tortilla (siempre, en plan científico y analítico) y empezamos a ver las cosas de otra manera. Ya desde el fragmentado campo del pensamiento marxista se insistía tanto con el engordamiento del Estado y en encargarle a éste (representante de toda la sociedad, al menos en teoría) que redistribuyera los bienes, que no quedaba mucho por hacer. Si la realidad no cambiaba para nada era porque todo se atascaba en que no se terminaba de reconocerle al Estado ese poder y dejarle el campo libre para hacerlo. Peor aún: cuando el Estado asumía ese gran poder que querían otorgarle, éste se empezó a hacer partícipe de dos grandes fallos que derrumbaban las ingenuas fantasías levantadas alrededor de esa propuesta: el Estado, el gran redistribuidor, se corrompía y convertía a sus burócratas en una nueva y todopoderosa clase –tirando a casta– que se apropiaba de todo y que convertía a la nueva sociedad en el tétrico chiste de George Orwell: «Si, todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros».
Desde el otro lado del espectro político los economistas siguieron trabajando a su modo científico: analizaron los modelos de sociedad (capitalismo, siglo XXI) y comprobaron los enormes desniveles (o sea, pusieron en lenguaje tecnológico lo que todos sabíamos). Pero pusieron un matiz que resultó interesante: No hablaremos estrictamente de que no hay igualdad, ni de que no se hace nada por corregir las diferencias….solo digamos que no se está achicando la brecha. Y algo más, también interesante: que no estamos trabajando por acercar a los países entre sí, sino al contrario: la diferencia es cada vez mayor. Y más todavía: parece ser que la mayor diferencia el crecimiento de la riqueza nacional, la creciente distancia entre ricos y pobres… (llamémoslo así, que lo de ricos y pobres se parece bastante a la realidad) no beneficia al conjunto sino que lo perjudica: a mayor brecha, mayor distancia dentro de la sociedad. más desigual se va a seguir haciendo la distribución.
Quizás por eso el marxismo se desentendía de la cuestión de la redistribución. Como proponía un cambio de titularidad –que la riqueza pasara de ser propiedad personal de unos pocos a ser propiedad colectiva (como queda dicho, no se suponía que el Estado sería el nuevo explotador)– no existía una preocupación principal por el reparto. No había un problema concreto de redistribución, cuestión en cambio vista como principal por todos los reformistas sociales que no parten de una visión marxista.
Estamos ante otra vuelta de tuerca. Los nuevos reformistas que parten de que al propio sistema le va peor si deja que la distancia entre ricos y pobres siga aumentando, se enfrentan otra vez a la cuestión principal: ¿se avienen los ricos a repartir la riqueza de otra manera, que no sea tan pródiga con ellos y que haga más ancha la franja de los pobres-menos-pobres?
Lo único que ha cambiado en realidad es que cada vez resulta más difícil presentar como justo el reparto actual de la riqueza. Para convencerlos a todos de que hay que tomar la realidad tal cual es, sin más, y dejarse de moralismos, para eso, justamente, está este nuevo Donald, que parece haber heredado la riqueza y los rudos modos del Tío Gilito.