Un país que se encamina al desastre acoge unos Juegos Olímpicos donde se mezclan intereses económicos, luchas de poder y zancadillas políticas de todo tipo
Si tu coche es más lujoso otro tendrá uno más veloz. Si el tuyo es más alto normalmente no se pegará tan bien a la carretera. Si es largo como una limousine será más incómodo para meterlo en el tráfico y costará lo indecible aparcarlo. Si es muy potente y está protegido como un tanque no será tan ágil como a ti te gusta. La vida es así. Nunca algo o alguien puede cumplir con todos los requisitos de tu hedonismo ni con todos los caprichos de tu imaginación.
Cuando se nos echan encima unos juegos olímpicos los medios hacen auténticas radiografías… Mucho más que eso: el atleta Jesús Angel García Bragado habla de un médico que le curó las caderas con implantes ‘como quien cura una caries’. Con 47 años y 25 de atleta, es el más longevo con diferencia. Y eso de que sea longevo no se lo pedimos al coche, salvo que lo incluyamos en la categoría de los ‘históricos’ y a esos no les reclamamos nada más: que todo siga funcionando y que sea más antiguo que los demás o simplemente que en algo resulte ‘el más’.
¿Para qué sirve todo esto? Lo de los coches seguro que tiene una explicación económica. ¿Qué los ha hecho durar tanto? ¿Por qué su belleza o su rareza ha perdurado tanto tiempo?
Perp en el caso de los humanos… ¿Necesitamos realmente superar tantos records? ¿Qué es lo que le hace al ser humano esclavo de los rercords? Trepar hasta una de las cimas que superan los 8000 metros….Y a otra. Y a todas. Y lograrlo en menos tiempo que los antecesores…
¿Hasta qué punto vale esa marca o vale sobre todo el tiempo que perdura al tope del marcador?
No tenemos ya héroes políticos o militares pero nuestros ‘guías’ son ahora los deportistas, que nos marcan un camino que no lleva a ninguna parte… Y detrás de los futbolistas estos deportistas ‘de minorías’ pero que, por lo mismo, resultan únicos, irrepetibles. Les llevan una ventaja a los futbolistas y es que sus ‘méritos’ se pueden medir con relojes, tizas y marcadores de todo tipo. Y entre los futbolistas siempre habrá quien discuta si este gol fue más ‘hermoso’ que el que marcó aquel crack que apareció en el firmamento del fútbol pero se eclipsó tan rápido… O vendrá quien nos asegure que el mérito está en ser el mayor goleador durante varios años seguidos… Además, habrá estadísticas para todos los colores: ¿cuántos goles como local y cuantos como visitante? ¿cuántos en el primer tiempo y cuántos en el segundo’
¿Y los futbolistas? ¿Sirven para algo? Siempre los mismos trayectos… Una y otra vez el balón rebotando en los mismos travesaños. ¿Es eso una forma de ‘arte’?
La verdad es que algo extraño está ocurriendo con el deporte. ¿Se estará convirtiendo en una gran alfombra donde esconder la basura y los desperdicios de nuestras sociedades?
¿Será el deporte la manera de competir ‘sanamente’ en vez de enfrentarnos por disputas fronterizas o por algún archipiélago ignoto? Y si fuera así…¿no deberíamos preocuparnos de que ninguna sombra oscureciera su simbólico valor de competencia sin violencia?
Si fuera el terreno idealizado de las disputas pacíficas …¿por qué aparecen (y se esconden todo lo posible) tantos casos de dopaje? ¿Por qué han surgido estos casos en deportistas de los 5 continentes y solo la lista de los atletas sancionados por drogarse supone 24 páginas?
¿Y por qué los Juegos tienen por escenario un país que está íntegramente bajo sospecha de tortuosos manejos económicos, políticos y deportivos?
Puede ser, entonces, un sucedáneo de las ‘viejas glorias’ de los campos de batalla este escaparate de trampas, negocios escondidos y esfuerzos ilegales o clandestinos para sacar ‘tajadas’ de medallas y premios que tampoco proporcionarán más que unos minutos o unos centímetros más de espacio en los medios de comunicación.
Algo extraño está ocurriendo bajo los ‘pabellones’ y las ‘tiendas’ de los deportistas olímpicos… Algo que tiene que ver con muchas de las cosas que caracterizan el mundo de hoy: engaños, mafias, enormes inversiones sin mucho futuro que estallan como fuegos de artificio junto a tanto esfuerzo por esconder la miseria… Por momentos, parece incluso que en vez de esconder estén haciendo la exhibición del desastre al que nos encaminamos.