Vargas Llosa y los literatos, en general, tienen patente de corso para hablar de cualquier cosa como si fueran expertos. Ahora ‘toca’ un ‘tirón de orejas’ a Israel
En algún lado debe estar escrito –yo no lo pude encontrar– que los escritores, por alguna ciencia infusa, no solo pueden hablar como expertos de cualquier cuestión vinculada a la política sino que gozan de una especie de patente de corso que les convierte, automáticamente, en sabios de la materia que sea. En efecto, avanzan dando machetazos hasta desbrozar cualquier maleza y solo se les nota alguna prudencia (no exenta de sabiduría) cuando opinan sobre fútbol.
Últimamente, por ejemplo, parece que el mundo entero haya fletado un ‘enviado especial’ periodístico, el premio nobel Mario Vargas Llosa para ‘investigar’ sobre el terreno qué está pasando en Israel y en Palestina. ¿Alguien lo ignoraba? Todo depende del punto de partida que se fije en el calendario y sobre el terreno. Se puede atender al ya histórico mapa de la expansión del Estado judío, que ha ido ganando terreno una guerra tras otra o con pequeñas ventajas adquiridas en momentos de aparente paz. Paso a paso ha ido avanzando este genocidio dosificado y la última operación, en un plazo sin fecha para la ‘solución final’, que se producirá cuando el último palestino tenga que irse o sea muerto bajo las balas del ejército israelí.
El mismo Vargas Llosa viene a culpar a Israel de su pérdida personal de la fe en la izquierda. En esas colonias agrícolas comunitarias de Israel estaba el reducto de las ideas socialistas que en su juventud compartía el nobel con el otro gran nobel latinoamericano, García Márquez, pero que después los distanciaron. En el tramo final de la existencia del colombiano la distancia entre ambos se hizo cada vez mayor. Y Vargas Llosa se ajustó cada vez más con más decisión su ‘aureola’ de experto, algo que García Márquez nunca hizo. El peruano tuvo su época de entusiasta propagandista de la señora Thatcher, convertida en antorcha que iluminaba Occidente. Después pasó a convertirse en un acrisolado socialdemócrata, sentado junto a otro adalid de esta ideología, Joaquín Estefanía. Era gracioso ver cómo cada uno garantizaba el espíritu socialista moderado del que estaba en la silla de al lado.
Estos méritos le permiten ahora a Vargas Llosa ser una especie de ‘inspector’ de Occidente que le va a mostrar al ‘mandamás’ israelí Netanyahu todas las señalizaciones democráticas que se saltó.
Quienes seguimos más o menos atentamente las novedades ya vimos esta película. Hace algún tiempo Llosa escribió un artículo crítico con Israel. Y en el de ahora, el de su última ‘inspección’, indica: «Todavía creo que es el único lugar en el mundo donde me siento un hombre de izquierda porque en la izquierda israelí sobrevive el idealismo y el amor a la libertad». Aunque ya con poco entusiasmo, Llosa pretende aún hacer un canto a la libertad a una potencia regional colonialista que está masacrando a un pueblo prisionero, gota a gota, ante la mirada distraída del mundo y la ceguera voluntaria de algunos artistas y deportistas cómplices del Estado Judío.
Para cumplir ese papel, mucho mejor que Llosa fue a Israel en su día (¡hace 34 años!) Jacobo Timerman, un periodista argentino que fue sionista toda su vida –y defensor acérrimo del sionismo hasta que no pudo negarse a ver la realidad–. Pero no necesitó esperar a conocer el cinismo de Netanyahu. «La democracia israelí está amenazada por el gobierno de Begin», decía entonces Timerman. Se pronunciaba contra los israelíes, que explotaban, oprimían y victimizaban a los palestinos haciendo perder así al pueblo judío su lugar en la historia». La invasión de Líbano, ocurrida por entonces le había descubierto «en los judíos una capacidad de crueldad que hubiera creído imposible». Y pocos días después, tras la matanza de refugiados en los campos de Sabra y Shatila añadía: «¿Qué es lo que nos ha convertido en criminales tan eficientes?»
¿Todavía hay que mandar al ‘inspector’ Llosa para saber qué está ocurriendo allí? ¿no terminamos de tomar consciencia de la masacre? Ahora tenemos un candidato a inspector que puede acudir en auxilio de Llosa: Javier Marías. Ya está bien preparado: ya sabe que pedir opinión a los ciudadanos es una tontería. Lleva una dura carga contra Podemos y sus dirigentes, a los que dedica una frase que le cae divinamente al propio Marías: su ‘ramplonería de pedantuelo’. Este señor rezuma pedantería y hasta se inventa un mensaje atribuido a los de Podemos que, según él, piden a los militantes que «abran los ojos y abracen la fe». Está claro que el señor Marías se dedica a la ficción.