Un mundo sin conductor

5 Jul

El coche sin conductor se ha estrellado. Conviene no pensar mágicamente en que las nuevas tecnologías van a salvar al mundo*.

Sabemos que la física quántica nos lleva por caminos inescrutables, como eran antes los del Señor. Y del Señor tenemos una idea bastante crítica. He leído hace pocos días en una poesía que lo identificaban como ‘el gran Voyeur’. No hace más que mirar nuestras desgracias. Entre los que siguen creyendo en su existencia, no faltan quienes le adjudican una personalidad sádica. Y eso contando con el gran ‘relaciones públicas’ que tiene ahora en el papa Bergoglio, que hace habilidosos esfuerzos por mejorar su imagen…. ¡y hasta la de la Iglesia! (y eso sí que tiene mérito).

El caso es que la física quántica tiene su pequeño pero inquieto grupo de fieles que tratan de explicarnos que nos movemos en distintas dimensiones. La ‘dimensión izquierda’ (si es que pueden visualizarse así) puede no enterarse de lo que hace la ‘dimensión derecha’. Quiero decir que los ‘marcianos’ pueden estar ya viviendo entre nosotros o pueden estar estudiándonos a ver si vale la pena ‘bajar’.

A saber qué podrían enseñarnos realmente los marcianos y si no quieren someternos a esclavitud (y para qué nos verían útiles…).

Pero eso es lo de menos. La cuestión principal sería ahora saber qué queremos hacer nosotros con esto a lo que llamamos ‘civilización’, palabra que solo se sostiene si nos comparamos con la Edad de Piedra.

Nuestra realidad está plagada de contradicciones que a veces se solapan. De ahí que estemos cada vez más interesados en todo lo esotérico. Y de ahí que leamos cada día a algún filósofo o sociólogo o teólogo o pensador o espía con un máster de especialista en algo (sobre todo, últimamente, en el Islam). Quizás la mayoría de esos opinadores sean cantamañanas ansiosos de celebridad, pese a que está dictaminado que en estos tiempo lo más que se puede lograr son 5 minutos de gloria (sic transit gloria mundi).

Es imposible siquiera tratar de jerarquizar los conflictos y las innumerables antinomias en las que nos movemos. ¿Vale la pena hacer algo por España sabiendo que Estados Unidos puede caer en manos del señor Trump? ¿Vale la pena hacer algo por nuestro sistema educativo si sabemos que se están suprimiendo las humanidades?

¿Vale la pena tratar de salvar la ‘idea’ de Europa unida si vemos que lo que existe como tal no es más que una fachada? ¿Vale la pena reivindicar la democracia si vemos que se la destruye cada día? ¿Podemos lanzarnos a un enfrentamiento por los derechos humanos cuando está a la vista que los refugiados no van a quedar incluidos en la categoría de ‘humanos’? ¿Estamos perdiendo nuestra filosofía humanista o estamos perdiendo nuestro rostro humano?

Se podrían añadir unos cuantos interrogantes más. Por ejemplo: ¿Vale la pena pensar en el género humano como una unidad cuando… los ‘géneros’ siguen siendo desiguales y la mujer termina por apuntarse a su propia lucha para ‘equipararse’ al hombre, –y no ser atacada o asesinada por ello– dejando todo lo demás en segundo plano? ¿O cuando la ‘asignación’ de sexo siga sin ser un derecho de cada individuo? ¿O cuando el respeto a la diferencia, de cualquier tipo, suele ser motivo de conflicto y violencia?

Se habla, por ejemplo, de que en nuestra sociedad actual –en esa ‘cúspide’ que reivindica para sí Occidente– hay desprecio por la cultura. ¿Es realmente así? ¿O estamos sobrevalorando la cultura porque seguimos entendiéndola como algo elitista que crea una nueva escala social? ¿No hay, acaso, un nuevo elitismo que aflora en muchas opiniones que están al borde mismo de pedir el voto cualificado?

Estamos regresando a las viejas preguntas (¿qué somos? ¿de dónde venimos? ¿A dónde vamos?) pero si suprimimos la filosofía no tendremos siquiera las viejas herramientas con las que, de todos modos, nunca pudimos contestarlas?

¿Respetamos, aunque sea mínimamente –tanto como para al menos escucharlas– las opiniones del ‘Otro’? ¿Acaso oímos las reivindicaciones de los musulmanes o las rechazamos de plano porque no aceptamos la idea misma de Dios? ¿O las descalificamos porque en realidad los tenemos a todos por terroristas, aunque uno de ellos haya sido elegido alcalde de Londres?

Si tenemos, aunque en algunos casos larvadas, ‘guerra de sexos’, ‘guerra de religiones’, ‘guerra de ‘civilización contra presunta barbarie’… en qué minúsculo huerto cultivaremos la tolerancia?

¿Hay civilización sin tolerancia? ¿Hay democracia sin tolerancia?

El que esté libre de todas estas lacras que han entrado en nuestra vida cotidiana… que se abstenga de arrojar ninguna piedra. (No nos fiemos tanto de las nuevas tecnologías: el coche sin conductor se ha estrellado).

*¿Alguien se acuerda de mi libro Un planeta a la deriva (2001)?

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