Los encuestadores están un poco molestos con los votantes porque no se quedan quietos. Habíamos pasado del bipartidismo a una realidad ‘a cuatro’… ¡Y ahora otra vez se impone la polarización!
Algunos colegas se han lanzado a las artes adivinatorias. Lo que pasa es que en ocasiones ‘adivinan’ cosas demasiado resabidas. No es adivinanza ‘desvelar’ que Rajoy es ya un líder solitario y mesetario. Tampoco parece que encaje con la figura de un visionario el que augure que le llevará muchos años al PSOE levantar cabeza, si es que lo consigue.
Lo que sí está visto y comprobado, y todavía nadie lo agradece, es que Podemos les ha pinchado el globo tanto a los separatistas catalanes como a los vascos. O sea que este terrible enemigo de la unidad de España (PP y PSOE todavía lo dicen) desarboló los aires triunfalistas de unos y otros promotores de la independencia. El artilugio de Iglesias fue bien sencillo: partió de una premisa que es de parvulario en la escuela de la democracia: que cualquier cambio institucional –constitucional– debe partir de la primera regla democrática: que se vote. El pronunciamiento democrático, rebautizado ‘derecho a decidir’, es un principio indiscutible, aunque todos lo discutan. ¿Realmente cree alguien que los murcianos o los riojanos o cualesquiera otros, deben decidir si los catalanes quieren o no ‘permanecer’ en España?
Otro fenómeno curioso es el nuevo uso de las encuestas. Hace meses ya que los ‘demoscopistas’ tienen la batuta. Los partidos van ajustando sus mensajes según el resultado de las encuestas, pero ahora también siguiendo el preguión de los hacedores de encuestas, que interpretan la realidad para que las frías cifras no obnubilen a los votantes.
Por ejemplo: los facedores de encuestas están molestos con los encuestados porque se han dejado engañar por el Partido Popular y por Podemos y han creado una escandalosa polarización. Eso dicen: que la culpa es de Podemos y el PP que tiraron demasiado de la cuerda dejando fuera de juego a los socialistas y a los fans de Ciudadanos. Nosotros, sin querer echar culpas a nadie, teníamos la sensación de que Rivera y Sánchez habían contribuido decisivamente a la polarización (y, consiguientemente, a su propia ruina electoral) porque ellos también habían concentrado toda su artillería contra los populares y los fans de Podemos.
Pero lo más curioso del caso es que los propios facedores habían sido los que, en el primer tramo de la guerra de las encuestas, se apresuraban a sumar PP+Ciudadanos, que venía a ser la derecha, por un lado, y PSOE+Podemos, que venía a ser la izquierda, por el otro. Apenas conocido el resultado de las encuestas, ellos sumaban ‘izquierdas’ y derechas’. De ahí que se trastrocaran sus análisis cuando Rivera y Sánchez pactaron… ¿qué pasaba entonces con los llamados ‘bloques ideológicos’? Que forzaban una polarización inexistente porque ellos mismos se ocupaban todo el tiempo de ‘comprobar’ cómo habíamos pasado del bipartidismo a una ‘realidad a cuatro’. Cuando los votantes empezaron a simplificar y seleccionaron a dos protagonistas principales de nuevo, se molestaron con razón… ¿no habíamos quedado en que ahora éramos cuatro?
Claro, cada votante no puede ponerse a explicarle la variopinta realidad a quienes son los suministradores oficiales de explicaciones.
Queda por ver otra curiosidad: ahora, cuando Podemos, según últimas encuestas, está a 3 puntos de los populares, debería superarse el esquema del ‘sorpasso’. La gente de Iglesias ya no va ‘a por el PSOE’, sino a por el PP. Si está a solo tres puntos se puede suponer que ‘la tendencia’ (vocabulario típico de los facedores de encuestas) puede suministrarnos un ‘cabeza a cabeza’, una finalísima de infarto. De eso apenas se habla. Casi todo el mundo se mantiene en el escalón anterior: el de la ‘guerra’ entre PSOE y Podemos. ¿Y si cambiamos el ‘marco’ que ellos mismos han creado? ¿Si lo reemplazamos por continuidad o cambio, simplemente?
A lo mejor con esa auténtica polarización, que a nuestro modo de ver puede resultar la esencial, dejaríamos de ‘culpar’ a PP y Podemos de la polarización. O mejor dicho: reconoceríamos, simplemente, que los polos han surgido de la realidad y no de ‘abusos’ tácticos.
Si fuera así, el problema lo tendrían PSOE y Ciudadanos: ¿a cuál de los dos polos se vuelcan? Entonces la realidad, sin explicaciones ‘ideológicas’ que no terminan de encajar, se volvería más diáfana. Todo resultaría transparente: incluso la constante hostilidad de Susana Díaz hacia Pedro Sánchez sería un adelanto del conflicto interno que padecen los socialistas: ella se inclinaría más a pactar con el PP y Sánchez a dar la vez a Podemos. Pero esto último ya sí parece una adivinanza.