Liberales y marxistas han coincidido en muchos momentos en utilizar al ‘populismo’ y al ‘nacionalismo’ como ‘cocos’. Solo los poderosos –los norteamericanos o los chinos– pueden ser nacionalistas sin pedirle permiso a nadie
Quizás lo único que pueda dar por descontado del debate de anoche (escribo sin haber podido verlo) es que Pablo Iglesias concentrará sobre sí los ataques más feroces: los del amenazado Partido Popular y su temblequeante jefe; los del PSOE en pleno descalabro; y los de Ciudadanos, el verdadero ‘polo opuesto’ de Podemos, porque ambos cortejan a los ciudadanos hartos de la ‘vieja’ política.
Es fácil imaginar que los ataques tratarán de clavar las flechas en los intersticios de su armadura, su ‘tacticismo’ de rosa de los vientos: ayer contra Izquierda Unida, hoy su aliado; ayer anunciando un leninista asalto a los cielos, hoy proclamándose socialdemócrata; ayer, un izquierdismo asumido como ideología ‘personal’ de Iglesias, hoy un patriotismo que remueve las vísceras de los votantes de izquierdas. Iglesias da la imagen de llevar un cántaro sobre su cabeza, en precario equilibrio y todo el mundo espera que tropiece antes de la línea de meta.
Lo curioso es que todos los partidos pasan por parecido calvario pero es Podemos quien lo padece más porque es quien amenaza las posiciones de los otros tres.
Iglesias ha perdido incluso esa frescura y esa emblemática sinceridad con la que ‘emergió’. De modo que cualquier explicación que dé sobre sus cambios tácticos no haría más que reforzar esa imagen de personalidad cambiante. Todos llevan el mismo sambenito pero el atacado con ferocidad es él. ¿Acaso Rajoy no ha querido resucitar con un ‘resurgimiento’ económico que está cada vez más en duda (y con una multa pendiente por parte de la Unión Europea)? ¿Acaso Pedro Sánchez no se alimenta de la ‘vieja guardia’ socialista, cargando así con la larga lista de ‘pecados’, como el que Podemos recordó con la famosas frase de la ‘cal viva’, alusión elíptica pero sin disimulos a la creación por Felipe González del terrorismo de Estado en los tiempos del GAL? ¿Acaso Rivera no lleva la pesada carga de ser ‘el catalán que sabotea al independentismo’?
De todos los giros de Iglesias en busca de sumar, aún a riesgo de restar, el que puede resultarle más difícil de asumir es la reivindicación de la ‘patria’. Al izquierdista militante que hoy debería ser su votante natural la palabra ‘patria’ le despierta todos sus prejuicios contra el nacionalismo y el populismo.
La cuestión del populismo, del nacionalismo y de la patria, históricamente, ha sido utilizada como gran ‘coco’ tanto por los liberales como por los marxistas. El historiador marxista británico Eric Hobsbawn fue quien acudió a la palabra ‘populista’ en su afán por caracterizar a fuerzas políticas nacidas en Latinoamérica y en otros puntos del Tercer Mundo porque las definiciones clásicas de Europa no servían para describirlas. Los liberales, con el apoyo de muchos marxistas, siguen usando ‘nacionalismo’ y ‘populismo’ como insultos descalificadores. Y el nacionalismo se convirtió en una prerrogativa para los dueños del mundo: está permitido que sean nacionalistas los norteamericanos o los chinos, o incluso la Rusia de Putin. Para los pueblos colonizados y sometidos, en cambio, el nacionalismo es algo prohibido, cuando en general se trata de la herramienta liberadora más importante: en esos pueblos el nacionalismo es el modo de recuperar la soberanía perdida. Otro historiador británico, Hallet Carr, rastreó el pensamiento del propio Marx, quien fue jaqueado por preguntas sobre el caso de Rusia: ¿por qué debía instaurarse el capitalismo para pasar al socialismo, cuando allí existía la propiedad comunal de la tierra y esto podía resultar un avance directo hacia el socialismo? Finalmente, Marx aceptó (en una famosa carta ante una consulta de la revolucionaria rusa Vera Zasulich) esa posibilidad pero Lenin nunca la admitió. En cuanto a la idea de ‘patria’ se partía de la frase «los trabajadores no tienen patria». Pero Hallet Carr explicó el entuerto: no tenían patria porque les habían privado de ella. Babeuf escribió que la multitud «ve en la sociedad solo un enemigo y ha perdido hasta la esperanza de tener patria».
Un cantautor uruguayo al que apodaban ‘El payador anarquista’ cantaba una canción que terminaba así: «Patria que nos robaron los patrioteros/un puñao de ricachos y el gringo yanqui/Ya se las sacaremos del mesmo buche/y habrá patria pa todos o no pa naides…»
Iglesias no desafina tanto cuando habla de ‘patria’; sobre todo ahora, cuando la UE nos ha expropiado todas las patrias pero no para levantar una ‘patria europea’ sino para someternos y explotarnos a placer.