Alguna vez lo hemos subrayado: hay algo así como un hábito de advertir sobre peligros futuros en vez de admitir que el peligro nos ha topado y lo que se temía que pudiera ocurrir ya ha ocurrido. Y esto que está ocurriendo es un tema de gran calado: la virtual disolución de la Unión Europea. Es evidente que tal disolución no se ha operado en el plano institucional. Nadie se atreve a decretar su final.
Lo habitual es sostener, como decíamos, que se ciernen peligros que amenazan a la UE y que va a ser muy difícil sortearlos. Lo que en realidad está sucediendo no es un proceso de disolución sino de descomposición. Se habla mucho, por ejemplo, de la ‘vuelta’ de los nacionalismos como si se tratara de una tendencia que quiere destruir la construcción europea, cuando en realidad es una de las consecuencias del fracaso de la UE. Se habla mucho, también, de las amenazas neonazis y de ‘ultraderecha’, tachándolas de enemigas de la democracia, que lo son, pero dejando deliberadamente a un lado el espíritu antidemocrático de la Europa de los mercaderes, cuya renuncia a una democracia real abrió la compuerta que atajaba tanto a los nacionalismos como a la derecha extrema. Y se habla mucho también de una gran conquista europea para el mundo entero, la defensa activa de los derechos humanos, la única bandera que actuaba como soporte de toda la ‘ideología’ de la democracia liberal, precisamente convertida en ‘ideología’ tratando de compensar la fragilidad de los principios básicos del Sistema.
La subordinación total a los intereses y estrategias de los Estados Unidos impidió siquiera un esbozo de soberanía en lo militar y agrietó la soberanía política de la UE como conjunto. En lo económico, el euro no solo no pudo competir realmente con el dólar en el estrato de máximo poder, el de los mercados (al tiempo que fue gradualmente postergado por el incesante crecimiento de Asia y particularmente de China.
Y si la ideología de los ‘derechos humanos’ quedaba como último baluarte, la propia Unión Europea renunció vergonzantemente a defenderla cuando dio un portazo a la entrada de los ‘sin refugio’, eufemísticamente llamados ‘refugiados’.
Si nos internamos en los orígenes de estos distintos fenómenos no cuesta mucho apreciar que todas las guerras emprendidas por Washington, como Afganistán, Irak, Siria… (esta última interponiendo a Rusia y a varios países europeos) son herencias envenenadas del colonialismo aunque bien es cierto que los norteamericanos las afrontan con mucho interés, utilizando a Europa como aliado subyugado que acude cuando se lo convoca.
Los países de Europa del Este son más aliados de Washington que socios leales de la UE. Y los británicos obtienen cada vez mayores concesiones que son simples apuestas parea evitar la fractura. Si los viejos proyectos paneuropeos no necesitaban (y en algunas variantes ni siquiera querían) la participación británica, estos presuntos europeístas están dispuestos a enterrar incluso elementales derechos sociales con tal de ‘retener’ al Reino Unido.
Ante este cuadro de descomposición, los regentes de la UE solo atinan a cargar las tintas sobre ‘ultraderechistas’, reales o supuestos neonazis y ‘antisistema’ de toda laya, queriendo convencernos de que son estos partidos y grupos los que sabotean la unión. Los partidos tradicionales se escudan en estas ‘amenazas’ para adoptar, con leves retoques o limando algunas aristas, las mismas políticas que preconizan los ‘ultras’…..
Es evidente que Europa está ahora asediada por los ‘sin refugio’. Y se nos dice que el plan para contenerlos en Turquía es el único posible. Claro que no hay otro. Otro plan supondría que los creadores del Sistema desandaran el camino recorrido para iniciar una reconstrucción de Europa sobre bases democráticas y partiendo de una recuperación de los principios ‘perdidos’ por el camino.
Pero frente a ese ‘camino único’ que nos imponen van dejando otro ‘camino único’: trabajar por una nueva Europa a la que accedan, por voluntad propia, los pueblos de cada nación: si se renuncia a la soberanía nacional solo será para someterse a la soberanía popular. Frente al camino único de la Europa de los mercaderes va quedando el camino único de la Europa de los pueblos. Un enemigo de dar refugio a los sin refugio, declaró: «Los sueños de ellos derriban nuestro sueños»… Pero partió de un engaño: nuestros sueños no los destruyen los que llegan, con sus sueños hechos astillas: los ha ido ahogando una casta política puesta al servicio del poder económico. Por eso Europa está en pie como un esqueleto descarnado: está en descomposición.