En el Imperio se están produciendo confrontaciones inesperadas entre el ‘ultraconservador’ Trump y el ‘socialista’ Sanders; pero también entre los partidos tradicionales y la insólita actitud de independencia que ha asumido Obama.
En Estados Unidos parece asomar el mayor peligro para la suerte del mundo. Trump, probable candidato republicano a la presidencia, asume en su arrolladora personalidad las peores ideas, los peores proyectos, los más claros perfiles de un retroceso brutal: se trata de alguien que da la espalda incluso a los riesgos mayores, como el calentamiento global, al tiempo que despierta el ‘espíritu imperial’ en su versión más siniestra.
Mucha gente y en las más variadas latitudes, está mostrando su miedo, a veces bordeando el pánico, de que una figura tan siniestra pueda encaramarse a la presidencia de Estados Unidos… ¡que digo encaramarse!.. que pueda alcanzarla en olor de multitud y provocando cada día mayores genuflexiones en el Partido Republicano, que ya apenas se resiste a su ascenso. Y convirtiéndose también en imán del mundo ultraconservador y de la abundante especie de los oportunistas.
Frente a la embestida de Trump, la candidatura demócrata puede quedar en manos de Hillary Clinton, con imagen ‘progresista’ y alentada por el aparato de su partido, o de otro outsider que muchos ven como un peligro simétrico al de Trump: Sanders, un avanzado izquierdista que no duda en propiciar el socialismo y que centra su mensaje en achicar la brecha entre las grandes fortunas y las grandes mayorías populares. Entre crecientes especulaciones hoy ocupa un lugar destacado algo que se ha convertido en el mejor argumento para la señora Clinton: si Sanders gana la candidatura puede favorecer indirectamente a Trump y los suyos.
Pero hay otro fenómeno aún más inesperado: la actitud de Barack Obama en este periodo final de su etapa como presidente, cuando su único camino es, en pocos meses, la puerta de salida, que está tirando por la ventana las más sólidas tradiciones en materia de diplomacia y perfiles estratégicos de la actuación del Imperio. Y digo ‘perfiles’, en plural, porque está rompiendo y superando las arraigadas tradiciones de ‘poder duro’ y también las del ‘poder blando’, para adoptar novedosos procedimientos que dejan a un lado los dos esquemas básicos.
Para poner un ejemplo: frente a Cuba, los norteamericanos han mantenido durante décadas la defensa cerrada de un bloqueo que para muchos, en Occidente, resultó contraproducente y quitó oxígeno a la oposición anticastrista; aunque formalmente el bloqueo continúa, en la práctica ha avanzado mucho la política de ‘deshielo’ entre Washington y La Habana, y la visita de Obama a Cuba supone ya quebrar totalmente la oposición frontal al gobierno cubano; pero se suponía que la visita estaba condicionada (por promesa de Obama) a acciones del gobierno de Raúl Castro para el establecimiento de derechos humanos, cosa que no ha ocurrido. La ‘línea dura’, los halcones, han propiciado mantener las sanciones contra Cuba. Las ‘palomas’ han aplaudido el viaje de Obama. Pero nadie, en uno u otro bando, elogia que Obama haya concretado el viaje pese al incumplimiento de las promesas de liberalizar (aunque fuera muy tímidamente) al régimen de los hermanos Castro.
Los críticos de Obama han apodado su política como «aislacionismo con drones». Pero no se trata en absoluto de una actitud aislacionista: lo que se observa más nítidamente es que Obama quiere quitar a Estados Unidos los excesivos focos que van detrás de la superpotencia y promover un mayor protagonismo de sus antiguos ‘enemigos’ (los rusos, los chinos…) empujándolos a compartir responsabilidades en el mantenimiento de un ‘statu quo’ mundial que afiance una actitud de responsabilidades compartidas y búsqueda de estrategias comunes respecto a las grandes cuestiones medioambientales o a la política en materia de armamentos.
En otras palabras: Obama parece estar buceando en unas profundidades hasta hoy desconocidas: algo así como un ‘antiimperialismo’ desde el propio Imperio. ¿Qué es un imposible? Por supuesto que sí… pero al menos se está viendo una primera experiencia de retroceso voluntario (como la famosa suspensión de un ataque programado y planificado contra el régimen sirio). Probablemente será difícil encontrar en Estados Unidos a partidarios de Obama. Pero no es imposible que al cabo de meses o años está línea de actuación –un imperio capaz de retroceder y compartir– pueda ir encontrándose con un buen puñado de seguidores. En cualquier caso, los norteamericanos nunca se había encontrado con un abanico tan amplio de actitudes y propuestas diferentes.